miércoles, 31 de marzo de 2010

Meditando.

TAO TE KING

I
El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio se halla la puerta de toda maravilla.

II
Todo el mundo toma lo bello por lo bello, y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por el bien, y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar y practica una en sin palabras.
Todas las cosas aparecen sin su intervención.
Nada usurpa ni nada rehúsa.
Ni espera recompensa de sus obras, ni se atribuye la obra acabada, y por eso, su obra permanece con él.

III
No ensalzar los talentos para que el pueblo no compita.
No estimar lo que es difícil de adquirir para que el pueblo no se haga ladrón.
No mostrar lo codiciable para que su corazón no se ofusque.
El sabio gobierna de modo que vacía el corazón, llena el vientre, debilita la ambición, y fortalece los huesos.
Así evita que el pueblo tenga saber ni deseos, para que los más astutos no busquen su triunfo.
Quien practica el no-obrar todo lo gobierna.

IV
El Tao es vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción.
En su profundidad reside el origen de todas las cosas.
Suaviza sus asperezas, disuelve la confusión, atempera su esplendor, y se identifica con el polvo.
Por su profundidad parece ser eterno.
No sé quién lo concibió, pero es más antiguo que los dioses.

V
El universo no tiene sentimientos; todas las cosas son para él como perros de paja.
El sabio no tiene sentimientos; el pueblo es para él como un perro de paja.
El universo es como un fuelle, vacío, pero nunca agotado.
Cuanto más se mueve, más produce.
Quien más habla menos le comprende.
Es mejor incluirse en él.

VI
El espíritu del valle no muere.
Es la hembra misteriosa.
La puerta de lo misterioso femenino es la raíz del universo.
Ininterrumpidamente, prosigue su obra sin fatiga.

VII
El cielo es eterno y la tierra permanece.
El cielo y la tierra deben su eterna duración a que no hacen de sí mismos la razón de su existencia.
Por ello son eternos.
El sabio se mantiene rezagado y así es antepuesto.
Excluye su persona y su persona se conserva.
Porque es desinteresado obtiene su propio bien.

VIII
La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares que más desprecia el hombre y,.así, está muy cerca del Tao.
Por esto, la suprema bondad es tal que, su lugar es adecuado.
Su corazón es profundo.
Su espíritu es generoso.
Su palabra es veraz.
Su gobierno es justo.
Su trabajo es perfecto.
Su acción es oportuna.
Y no combatiendo con nadie, nada se le reprocha.

IX
Más vale renunciar antes que sostener en la mano un vaso lleno sin derramarlo.
La espada que usamos y afilamos continuamente no conservará mucho tiempo su hoja.
Una sala llena de oro y jade nadie la puede guardar.
Quien se enorgullece de sus riquezas atrae su propia desgracia.
Retirarse de la obra acabada, del renombre conseguido, esa es la ley del cielo.

X
Unir cuerpo y alma en un conjunto del que no puedan disociarse.
Dominar la respiración hasta hacerla tan flexible como la de un recién nacido.
Purificar las visiones hasta dejarlas limpias.
Querer al pueblo y gobernar el Estado practicando el no-hacer.
Abrir y cerrar las puertas del cielo siendo como la mujer.
Conocer y comprenderlo todo usar la inteligencia.
Engendrar y criar, engendrar sin apropiarse, obrar sin pedir nada, guiar sin dominar, esta es la gran virtud.

lunes, 29 de marzo de 2010

Más cultura.

No estoy de vacaciones, tengo una semana de trabajo muy dura, o sea que la procesión la llevaré por dentro, son cosas de ser uno que de momento se libra de la cola del INEM.

Tampoco soy creyente, por lo menos en la forma que me quisieron enseñar, aún recuerdo aquellos tiempos en que coincidiendo con ésta Semana, no podías salir a jugar a la calle, no se podían dar patadas a una pelota, no se podía levantar la voz, en los cines pelis de romanos, las salas de recreativos cerradas, joder que eran todo prohibiciones, y para unos críos como yo se les fastidiaba la diversión.

Hoy los tiempos han cambiado, existe más "libertad", no obstante, sigo sin ser creyente, y menos con lo que está saliendo a la luz, aunque pienso yo, ¿acaso no eran y son vox populi algunas andanzas del clero?, yo he oído desde muy niño numerosas historias al respecto, y no son tópicos, incluso estudié en una congregación durante dos años, e incluso alguna que otra caricia recibí, pero no puedo asegurar que fuese hecha con otra intención que la demostración de cariño y eso es justo reconocerlo, como también reconozco que durante el primer año surgió en mi una especie de vocación pasajera que me inclinaba al sacerdocio, un delirio de juventud supongo, pues al poco tiempo ciertas circunstancias me llevaron a tenerle pánico al celibato y a cualquier actividad que significase o hiciese referencia a los ejercicios espirituales.

No obstante, respeto a todos los creyentes, siempre y cuando ellos me respeten a mi, también considero que aprovechando el ambiente del entorno, durante ésta semana hay que dedicar un tiempo a la reflexión, y por supuesto no hablar de política ni criticar al prójimo, por lo tanto y continuando con la cosa de la cultura, voy a compartir con vosotros otro regalo que mi hicieron mis compañeros cuando residí en otro lugar de la península, quiero ser honrado y decir que estuve a punto de empezar a publicar los Evangelios Apócrifos, pero creo que no sería de recibo, pero es posible que alguno de éstos días comience a hacerlo, así que mientras me lo pienso os dejo con otro tipo de cultura.

Gracias por estar ahí.


Diccionario Maño


Por favor, ¿tendrías la amabilidad de apartarte? - ¡Ahivádahí!
-¿Podrías explicármelo otra vez? - ¿Mandé?
-¿Qué sucede? - ¿Pasapueés?
-Me dejas asombrado con tu explicación - ¡Ridiela!
-¡Me he equivocado! - ¡Ahiválaostia!
-Ánimo, acelera, ya queda poco - ¡Alaaa mañooooo....!
-¿Por qué dices eso? - ¿Yeso?
-No entiendo lo que dices - ¿EIN?
-Me acabo de golpear los dedos con el martillo - ¡Cagondios!
-¿A qué se debe esa idea? - ¿Yesopues?
-Vaya joven tan interesante - ¡Quiá que muete!
-¡Qué niño tan malo! - ¡Quió que muete!
-Bueno, ha sido un placer hablar contigo - ¡Akaskarla!
-¡Qué contratiempo! - ¡Ostiaá!
-Ya te lo he dicho - ¡Recojona!
-¡Caramba! (y muchas cosas más, uso general) - ¡Soplaaa!
-¡Vaya! - ¡Redios!
-Limpio y reluciente - ¡Escoscao!
-Se ha caído rodando por la montaña - ¡Se ha escorromonao por la turrunquera!
-Todavía - Entoavia
-¿Qué sucede? - ¿Pasapues?
-Sigue recto hasta el final - Totieso
-Joder, ¡qué pena! - ¡Mecaa!
-¡Qué bien!, ¿no? - Mecá (fíjese bien en la diferencia en la acentuación)
-¡Hostia! - ¡Otiaa!
-¡Vaya en paz! - ¡Ala paz de dios!
-Tía buena - ¡Mañaá!
-Coño - Parrús
-Te voy a dar una paliza - Te vi a meter una pana
-Mejor vete antes de que me enfade - ¡Tirá!
-¿Has visto eso? - ¡Má!
-Hombre Pepe, ¿qué tal?, hacía tiempo que no te veía, ¿cómo está tu mujer? -¡Eeh!
-Bien José, mi mujer está bien y yo también, gracias por preguntar - ¡Aah!

Con este vocabulario se construyen la gran mayoría de las frases necesarias en una conversación cotidiana. Es decir, que no hacen falta más...... Ahora solo falta añadir sonido...
Por cierto, no te asustes si ves palabras con 5 acentos. Por ejemplo:
Zárágózánó, o con 4: Zárágózá.





FUERZA Y HONOR.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

domingo, 28 de marzo de 2010

Importando Cultura.

Durante mi estancia en Argentina por motivos laborales, tuve muchas vivencias y tengo muy gratos recuerdos.

Hay dos cosas que son las que más me quedaron grabadas, una es la enorme creatividad que tienen los argentinos, y para muestra la publicidad, detrás de un buen anuncio, con toda seguridad está un argentino.

La otra es su gran sentido del humor, desde luego que en este apartado, disfruté como un enano, nunca me enfadé por los chistes de gallegos, todo lo contrario.

Para mi, que soy un poquito extrovertido, lo de la joda, me iba cantidad, y ya no sólo agarré acento, si no que también platicaba algo de lunfardo y también contaba chistes de gallegos.

Cuando regrese a España, me traje muchos recuerdos y algún que otro regalo que mi hicieron mis colegas chés, y uno de ellos es este que quiero compartir con vosostros, estoy convencido de que aquí también nos podría ser útil para definir a más de uno.


Clasificacion de los Boludos

Boludo Abulico Hace boludeces sin apuro
Boludo Acomodado Necesita "palanca" para hacer boludeces.
Boludo Alegre Se rie de boludeces.
Boludo Ambicioso Suena con llegar a ser boludo.
Boludo Amigable Se hace amigo de todos los boludos.
Boludo Analizado Hace falta que le cuenten que es boludo.
Boludo Anatomico Ajusta perfecto a la descripcion de boludo.
Boludo Animador Siempre cuenta historias boludas.
Boludo Antena Recepciona toda la boludez en el aire.
Boludo Aplicado Se preocupa por aprender boludeces.
Boludo Artistico Es el monumento al boludo.
Boludo Atareado No es mas boludo porque no tiene tiempo.
Boludo Ateo Es un boludo sin cura.
Boludo Boludo Que boludo !!!
Boludo Calenton Se calienta por boludeces.
Boludo Campana Es tan, tan, tan boludo.
Boludo Coca Cola Todos lo toman por boludo.
Boludo Completo Tiene cara, facha y encima es Boludo.
Boludo Computado Necesita una computadora para que haga sus
boludeces.
Boludo Con eco Es boludo boludo.
Boludo Consciente Sabe que es boludo.
Boludo Convicto Lo sentenciaron por boludo.
Boludo Creyente Cree en un monton de boludeces.
Boludo Cronico Va a seguir siendo boludo hasta que se muera.
Boludo Demagogo Cree que el pueblo es boludo.
Boludo Desorientado Cree que es boludo pero en realidad es pelotudo.
Boludo Diabolico Es un boludo infernal.
Boludo Disimulado Es mas boludo de lo que parece.
Boludo doble pechuga Es mas boludo que los pollitos.
Boludo Egoista Quiere ser el unico boludo.
Boludo en accion Se la pasa haciendo boludeces.
Boludo enciclopedico Sabe un monton de boludeces.
Boludo Envidioso Odia a los que son mas boludos que el.
Boludo Escrito Es un catalogo de boludeces.
Boludo Esferico Por todos lados es boludo.
Boludo Estresado No sabe como hacer para dejar de ser boludo.
Boludo Expiatorio Es tan boludo que a veces resulta util.
Boludo Facha Es normal, pero tiene facha de boludo.
Boludo Facial Tiene cara de boludo.
Boludo Fanatico Es, y se hace el boludo.
Boludo Fosforescente Hasta en la oscuridad se nota que es boludo.
Boludo Impotente No es mas boludo porque no puede.
Boludo Incapaz Hace mal las boludeces.
Boludo Indefinido No se sabe si es o se hace el boludo.
Boludo Inedito Ni el sabe que es boludo.
Boludo Inflacionario Cada dia es mas boludo.
Boludo Inodoro Lo cagan por boludo.
Boludo Introvertido A nadie le cuenta sus boludeces.
Boludo Laborioso Todo el dia hace boludeces.
Boludo Leudante Constantemente crece su boludez.
Boludo Lider Los siguen los boludos.
Boludo Literario Escribe un monton de boludeces-
Boludo Lupa Parece mas boludo de lo que es.
Boludo Lleno No tiene capacidad para ser mas boludo.
Boludo Molesto Jode con sus boludeces.
Boludo Monstruoso Es tan boludo que da miedo.
Boludo Musical Lo tocan por boludo.
Boludo Natural Nacio boludo.
Boludo Neurasterico Se enoja cuando le dicen boludo.
Boludo Obediente No es mas boludo porque no lo dejan.
Boludo Optimista Cree que el no es boludo.
Boludo Oscilador Hace que oscilen las boludeces en su entorno.
Boludo Participativo Se mete en todas las boludeces.
Boludo Pelado No tiene ni un pelo de boludo.
Boludo Pensador Tiene ideas boludas.
Boludo Pesimista Cree que solo el es boludo.
Boludo Petulante Se enorgullece de boludear.
Boludo Playero Es muy, muy boludo.
Boludo Primaveral Flor de boludo.
Boludo Profesional Cobra por sus boludeces.
Boludo Quirurgico Ignora que la boludez no es operable.
Boludo radioaficionado Se gasta 1500 U$S o mas para hablar boludeces.
Boludo Raso Obedece ordenes de cualquier boludo.
Boludo Real Es el Rey de los Boludos.
Boludo Reiterativo Siempre hace las mismas boludeces.
Boludo Religioso Es un reverendo boludo.
Boludo Sangre Azul Es hijo y nieto de boludos.
Boludo Simpatico Hace reir con sus boludeces.
Boludo Subcampeon No es el campeon de los boludos por boludo.
Boludo Sucio Oles de lejos que es un boludo.
Boludo Teatral Se hace el boludo.
Boludo Telescopico Desde lejos se nota que es boludo.
Boludo Tenaz Se esfuerza por ser boludo.
Boludo Teorico No es mas boludo porque no practica.
Boludo Valiente Da la vida por cualquier boludez.
Boludo Vegetariano Es boludo pero no come vidrio.



FUERZA Y HONOR.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

sábado, 27 de marzo de 2010

Vamos a contar mentiras.

LAS 42 MENTIRAS MAS UNIVERSALMENTE CONOCIDAS

1. Este año si me pongo a estudiar.
2. No te va doler.
3. Un momento y nos vamos.
4. Justo te iba a llamar ahora
5. Por mi madre que nunca más vuelvo a beber.
6. YO?...Con esa??... NUNCA!!!!!!! NI BORRACHO!!!
7. El profe me tiene manía.
8. Perdimos por el árbitro.
9. Pasé el semáforo en ámbar.
10. Ponlo tú que mañana te lo pago.
11. El día 1 dejo de fumar.
12. Se me perdió tu teléfono.
13. Justo estaba pensando en ti.
14. Solo somos amigos.
15. Se cayo solo y se rompió.
16. Pero si yo estudié esta vez!!!
17. Me gustaste desde la primera vez que te vi!
18. Te queda muy bien!!!!
19. Te juro que no se lo voy a contar a nadie.
20. El lunes empiezo la dieta.
21. Sí, salí con ella, pero no paso nada.
23. Sí, choqué, pero la culpa la tuvo el otro.
24. Es en serio que Play Boy tiene un Web?
25. Te estuve llamando, pero comunicaba.
26. Jamás te olvidaré.
27. Llámame en cinco minutos que estoy en una reunión.
28. Mis ojos están rojos porque estoy resfriado.
29. Es la puntita nada más mi amor.
30. A uno de mi pueblo también le pasó
31. No escuché cuando sonó el móvil, debe ser que...
32. Hola,¿papá? Que me quedo a dormir en casa de una amiga.
33. Mañana te traigo tus CD's.
34. Dame tiempo... tengo que aclarar mis ideas.
35. Se me perdió tu correo, a ver, dámelo.
36. Ve con calma, yo te cuido a tu chica.
37. Yo a ella la veo como amiga.
38. Yo y mi ex ahora somos amiguísimos.
40 Te querré siempre.
41. Aunque lo hemos dejado seguiremos siendo amigos.

y por supuesto.........

42. Chupa, chupa que yo te aviso.

Regreso al pasado.

EL ESPÍRITU REVOLUCIONARIO, por Piotr Koptkin
“En la vida de las sociedades se presentan épocas en que la Revolución se vuelve una necesidad imperiosa y se impone de un modo absoluto. Ideas nuevas que germinan por doquier tratan de salir a la luz, de buscar una aplicación en la vida; pero se estrellan continuamente contra la fuerza de inercia de los que tienen interés en mantener el antiguo régimen. Una necesidad de vida nueva se hace sentir. Aquellos que desean el triunfo de la justicia se ven obligados a reconocer que la realización de sus ideas generosas, humanitarias, regeneradoras no puede verificarse en una sociedad como la constituida actualmente; comprenden la necesidad de una tormenta revolucionaria que barra toda esta putrefacción, vivifique con su soplo los corazones entorpecidos y lleve a la humanidad a la abnegación y al heroísmo sin los cuales una sociedad se envilece, se degrada y se descompone. Es a la acción continua, siempre renovada, de las minorías a las que se debe esta transformación. El valor, la abnegación, el espíritu de sacrificio, son tan contagiosos como la cobardía, la sumisión y el pánico. ¿Qué formas tomará la agitación? La agitación tomará todas las formas: y serán tan variadas como las circunstancias que las impulsan. Ora lúgubre, ora satírica, pero siempre audaz; ora colectiva, ora simplemente individual, la agitación no despreciará ninguno de los medios a su alcance, ninguna circunstancia de la vida pública para mantener siempre el espíritu despierto, para propagar y formular el descontento, para excitar el odio contra los explotadores, ridiculizar a los gobernantes, demostrar la debilidad de las autoridades y, más que todo y ante todo, para despertar la audacia y el espíritu de rebeldía, predicando con el ejemplo.”
* * * * * *
En la vida de las sociedades se presentan épocas en que la Revolución se vuelve una necesidad imperiosa y se impone de un modo absoluto. Ideas nuevas que germinan por doquier tratan de salir a la luz, de buscar una aplicación en la vida; pero se estrellan continuamente contra la fuerza de inercia de los que tienen interés en mantener el antiguo régimen; se ahogan en la atmósfera sofocante de los viejos prejuicios y de las tradiciones.
AQUELLOS QUE DESEAN EL TRIUNFO DE LA JUSTICIA RECONOCEN QUE LA REALIZACIÓN DE SUS IDEAS GENEROSAS, HUMANITARIAS Y REGENERADORAS SÓLO SERÁ POSIBLE MEDIANTE UNA REVOLUCIÓN QUE BARRA ESTA PUTREFACCIÓN QUE ENVILECE Y DEGRADA A TODA LA SOCIEDAD
Las ideas recibidas sobre la constitución de los Estados, sobre las leyes de equilibrio social, sobre las relaciones políticas y económicas de los ciudadanos entre sí, no resisten ya la crítica severa que las zarandea constantemente tanto en el salón como en la taberna, tanto en las obras del filósofo como en la conversación diaria. Las instituciones políticas, económicas y sociales se derrumban, convirtiéndose en edificio inhabitable que molesta e impide el desarrollo de los gérmenes que se producen en sus muros agrietados y nacen en su derredor.

Una necesidad de vida nueva se hace sentir. El código de moralidad establecido, el código que gobierna a la mayor parte de los hombres en su vida normal no parece ya suficiente. Se va dando cuenta de que lo que ayer se consideraba una cosa equitativa no es sino una irritante injusticia: la moralidad de ayer es reconocida hoy como una inmoralidad insufrible. El conflicto entre las ideas nuevas y las viejas tradiciones estalla en todas las clases de la sociedad, en todos los medios, hasta en el seno de la familia. El hijo entra en lucha contra su padre, y encuentra escandalosos lo que su padre durante toda su vida juzgó muy natural; la hija se rebela contra los principios que su madre le transmite como fruto de una larga experiencia.
La conciencia popular se insurrecciona cada día contra los escándalos que se producen en el seno de la clase de los privilegiados y de los ociosos, contra los crímenes que se cometen en nombre del derecho del más fuerte o para perpetuar los privilegios. Aquellos que desean el triunfo de la justicia, aquellos que quieren poner en práctica las ideas nuevas se ven obligados a reconocer que la realización de sus ideas generosas, humanitarias, regeneradoras no puede verificarse en una sociedad como la constituida actualmente; comprenden la necesidad de una tormenta revolucionaria que barra toda esta putrefacción, vivifique con su soplo los corazones entorpecidos y lleve a la humanidad a la abnegación y al heroísmo sin los cuales una sociedad se envilece, se degrada y se descompone.
En las épocas de competencia desenfrenada hacia el enriquecimiento, de especulaciones febriles y de crisis, de repentino derrumbamiento de grandes industrias y de efímera expansión de otras ramas de producción, de caudalosas fortunas amontonadas en pocos años y disipadas del mismo modo, se concibe que las instituciones que presiden a la producción y al cambio están bien lejos de garantizar a la sociedad el bienestar que pretenden garantizarle; ya se va observando que dan precisamente un resultado contrario. Engendran, en vez del orden, el caos; en vez del bienestar, la miseria, la inseguridad del mañana; en vez de la armonía de los intereses, la guerra, una guerra perpetua del explotador contra los productores y de éstos entre sí. Se ve a la sociedad dividirse cada día más en dos campos hostiles y subdividirse al mismo tiempo en millares de pequeños grupos que se hacen una guerra encarnizada. Cansada de estas guerras, fatigada por las miserias que éstas engendran, la sociedad se lanza en busca de una nueva organización y pide a gritos un cambio completo del régimen de propiedad, de la producción, del cambio y de todas las relaciones económicas que son su secuela.
La máquina gubernamental, encargada de mantener el orden existente, funciona todavía. Pero a cada vuelta que da su engranaje se deprime, se desvía y se para. Su funcionamiento se hace cada día más difícil; el descontento provocado por sus defectos va siempre creciendo. A cada momento surgen nuevas exigencias. “Reformad esto, reformad aquello”, gritan por todos lados. “Guerra, finanzas, impuestos, tribunales, policía, todo debe ser retocado, reorganizado, establecido sobre nuevas bases”, dicen los reformadores. Y, sin embargo, todos comprenden que es imposible rehacer, retocar cualquiera de estas cosas; porque todo está ligado: habría que rehacerlo todo a la vez y ¿cómo rehacer algo cuando la sociedad queda dividida en dos campos abiertamente hostiles? Satisfacer a los descontentos sería crear otros tantos nuevos disgustados.
Incapaces de internarse en la vía de las reformas, puesto que sería encaminarse a la revolución, y al mismo tiempo demasiado impotentes para arrojarse con franqueza en la reacción, los gobiernos se limitan a aportar paliativos que no satisfacen a nadie y no hacen más que suscitar nuevos descontentos. Las medianías que se encargan en esas épocas transitorias de dirigir el barco gubernamental no sueñan, por otra parte, sino en una sola cosa: enriquecerse en vista del desastre próximo. Atacados por todos lados, se defienden torpemente; titubean, cometen torpeza tras torpeza, y bien pronto concluyen por romper la última tabla de salvación, ahogando el prestigio gubernamental en el ridículo de su propia incapacidad.
ES A LA ACCIÓN CONTINUA DE LAS MINORÍAS A LA QUE SE DEBE TODA TRANSFORMACIÓN SOCIAL: EL VALOR, LA ABNEGACIÓN Y EL ESPÍRITU DE SACRIFICIO SON TAN CONTAGIOSOS COMO LA COBARDÍA, LA SUMISIÓN Y EL PÁNICO
En estas épocas, la revolución se impone. Resulta una necesidad social. La situación es puramente revolucionaria.
Cuando estudiamos en nuestros mejores historiadores la génesis y desarrollo de los grandes sacudimientos revolucionarios, encontramos generalmente bajo el siguiente título: “Las causas de la Revolución”, un cuadro sorprendente de la situación en la víspera de los acontecimientos. La miseria del pueblo, la inseguridad general, las medidas vejatorias del gobierno, los escándalos odiosos que muestran los grandes vicios de la sociedad, las ideas nuevas que tratan de abrirse camino y tropiezan contra los secuaces del antiguo régimen; nada falta a dicho cuadro. Al contemplarlo, se llega a la convicción de que la revolución era, en efecto, inevitable; que no quedaba otra salida que la vía de los hechos insurreccionales.
Tomemos por ejemplo al situación antes de 1789, tal cual nos la dan a conocer los historiadores. Creéis oír al campesino quejarse de la gabela, del diezmo, de los impuestos feudales, y abrigar en su corazón un odio implacable al señor, al monje, al acaparador, al intendente. Os parece ver a los burgueses quejarse por haber perdido sus amplias prerrogativas, y abrumar al rey bajo el peso de sus maldiciones. Oís al pueblo criticar a la reina, rebelarse a la relación que hacen los ministros, y por todos lados oís decir que los impuestos son intolerables y los diezmos, exorbitantes; que las cosechas son malas y el invierno demasiado riguroso; que los víveres son carísimos y los acaparadores demasiado voraces; que los abogados del villorrio devoran la cosecha del campesino y que el guardabosque quiere meterse a señorón; que el correo está mal organizado y que los empleados son una turba de haraganes: En una palabra: nada anda bien, todos se quejan. “Esto no puede durar así, esto concluirá mal”, se dice por todos lados.
Pero entre estos raciocinios pacíficos y la insurrección existe un abismo profundo, un abismo que separa, en la mayor parte de la humanidad, el raciocinio del acto, el pensamiento de la voluntad, de la necesidad de obrar. ¿Cómo ha sido franqueado ese abismo? ¿Cómo esos hombres, que ayer aún se quejaban temerosamente de su suerte, fumando con tranquilidad su pipa, y que, momentos después, saludaban con suma humildad a ese mismo guardabosque del cual acaban de hablar, cómo, digo, unos días más tarde, esos mismos hombres han podido agarrar su guadaña y sus picos e irse a atacar en su propio castillo al señor, al señor que ayer les inspiraba terror? ¿Por qué esos hombres a los que sus mujeres trataban con razón de cobardes han podido transformarse en héroes que corren, bajo lluvia de balas y metralla, a la conquista de sus derechos? ¿Cómo esas palabras, tantas veces proferidas y que se repetían en el aire como el vago sonido de las campanas, cómo esas palabras han podido por fin traducirse en actos?
Fácil es la contestación. Es a la acción continua, siempre renovada, de las minorías a las que se debe esta transformación. El valor, la abnegación, el espíritu de sacrificio, son tan contagiosos como la cobardía, la sumisión y el pánico.
¿Qué formas tomará la agitación? La agitación tomará todas las formas: y serán tan variadas como las circunstancias que las impulsan. Ora lúgubre, ora satírica, pero siempre audaz; ora colectiva, ora simplemente individual, la agitación no despreciará ninguno de los medios a su alcance, ninguna circunstancia de la vida pública para mantener siempre el espíritu despierto, para propagar y formular el descontento, para excitar el odio contra los explotadores, ridiculizar a los gobernantes, demostrar la debilidad de las autoridades y, más que todo y ante todo, para despertar la audacia y el espíritu de rebeldía, predicando con el ejemplo.
PIOTR KROPOTKIN, Palabras de un rebelde. Edhasa, 2001. Traducción de David León Gómez. [MLD, 03/06/2009]

jueves, 25 de marzo de 2010

Recordando al Profeta y una dedicatoria para una nueva amiga.

Hoy ha sido una dura jornada de trabajo, muchas horas y mucho esfuerzo, estoy muy cansado y no solo de hoy, llevo unas cuantas jornadas al 120%, pero así es mi profesión, por lo menos de momento no formo parte de ese gran colectivo que son los parados.

Lo primero que he hecho al llegar al dulce hogar, ha sido descargar adrenalina de la mejor forma que sé hacerlo, colocarme los auriculares, agarrar la eléctrica y tocar lo poco que se a ritmo de heavy y rock.

Y como después de la tempestad llega la calma, que mejor forma de relajarse que recordando unas citas del Profeta más grande de todos los tiempos, Ghandi.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.

La violencia es el miedo a los ideales de los demás.

Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.

La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo. Me dice que no tema a este mundo sino que avance llevando en mí nada más que el temor a Dios.

Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible.

No hay camino para la paz, la paz es el camino.

Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga.

Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.

Realmente soy un soñador práctico; mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo quiero es convertir mis sueños en realidad.

No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna.

En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle.

En materia de conciencia, la ley de la mayoría no tiene lugar.

Es difícil pero no imposible conducir un negocio con estricta honestidad. Lo que es cierto es que la honestidad es incompatible con el amasamiento de una gran fortuna.

La no violencia bajo una forma activa consiste en una benevolencia hacia todo lo que existe. Es el amor puro.

Para un hombre con el estómago vacío, su alimento es Dios.

¿Qué diferencia tiene para un muerto si la loca destrucción es forjada bajo el nombre del totalitarismo, o bajo el sagrado nombre de la libertad o de la democracia?

Toda la humanidad es una familia unida e indivisible, y cada uno de nosotros es responsable por los malos actos de todos los demás. Yo no puedo separarme del alma más malvada.

Todo lo que se come sin necesidad, se roba al estómago de los pobres.

En la actualidad la gente sólo se preocupa por sus derechos. Recordarle que también tiene deberes y responsabilidades es un acto de valor que no corresponde exclusivamente a los políticos.

Haríamos muchas cosas si creyéramos que son muchas menos las imposibles.

La plegaria es la primera y la última lección para aprender el noble y bravío arte de sacrificar el ser en los variados senderos de la vida.

Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel.

Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él.

Tampoco una verdad puede transformarse en error cuando nadie se adhiere a ella.

Los medios impuros desembocan en fines impuros.

Mi concepto de democracia consiste en que el más débil debe tener las mismas oportunidades que el más fuerte. Esto jamás puede lograrse salvo mediante la no violencia.

Creo que la democracia auténtica sólo puede originarse en la no violencia.

La estructura de una federación mundial sólo puede erigirse basándose en la no violencia, y la violencia debe ser totalmente desechada de los asuntos mundiales.

Las diferencias de opinión nunca deben significar hostilidad. Si así fuera, mi mujer y yo hubiéramos sido enemigos irreconciliables.

Estoy absolutamente convencido de que ningún hombre pierde su libertad sino por su propia debilidad.

El verdadero demócrata es aquel que valiéndose de medios exclusivamente no violentos defiende su libertad y, por lo tanto, la de su patria y, en última instancia, la del género humano.

La democracia disciplinada y lúcida es lo mejor del mundo.

La vida hay que disfrutarla a cada segundo a cada minuto... Vive el presente no el futuro.

No escuches a los amigos cuando el amigo interior dice: ¡Haz esto!

Dios no ha creado fronteras. Mi objetivo es la amistad con el mundo entero.

No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia.

La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha, y no en la Victoria misma.

El capital no es un mal en si mismo. El mal radica en su mal uso.

La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la Humanidad?

La Tierra ofrece lo suficiente como para satisfacer lo que cada hombre necesita, pero no para lo que cada hombre codicia.

Ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria.

Correrán ríos de sangre antes de que conquistemos nuestra libertad, pero esa sangre deberá ser la nuestra.

La causa de la libertad se convierte en una burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar la libertad.



Y para finalizar, quiero hacerle una dedicatoria a una nueva amiga que me he encontrado en la red, y que mejor que una cancíon de unos compatriotas suyos, es mi deseo que le guste.

El Revelde

Soy el que nunca aprendió
desde que nació
cómo debe vivir el humano
llegué tarde, el sistema ya estaba enchufado
así funcionando.

Siempre que haya reunión
será mi opinión
la que en la familia desate algún bardo
no puedo acotar, está siempre mal
la vida que amo.

Caminito al costado del mundo
por ahí he de andar
buscándome un rumbo
ser socio de ésta sociedad
me puede matar.

Y me gusta el rock, el maldito rock
siempre me lleva el diablo, no tengo religión
quizá este no era mi lugar
pero tuve que nacer igual.

No me convence ningún tipo de política
ni el demócrata, ni el fascista
porque me tocó ser así
ni siquiera anarquista

Caminito al costado del mundo
por ahí he de andar
buscándome un rumbo
ser socio de ésta sociedad
me puede matar.

Yo veo toda al revés, no veo como usted
yo no veo justicia, sólo miseria y hambre
o será que soy yo que llevo la contra
como estandarte.

Perdonenme pero así soy, yo no sé por qué
sé que hay otros también
es que alguien debía de serlo, que prefiera la rebelión
a vivir padeciendo.

Caminito al costado del mundo
por ahí he de andar
buscándome un rumbo
ser socio de ésta sociedad
me puede matar.

( La Renga , Grupo de Rock Argentino )

miércoles, 24 de marzo de 2010

Menos filosofía y más propuestas.

Es una realidad que en los blogs en los que se hacen comentarios sobre política, estos son en una gran mayoría críticas.

Es pura filosofía y poca práctica y a veces simples divagaciones.

Claro que es muy fácil ponerse a escribir y hacer crítica sentado frente a un teclado y una pantalla, lo díficil es dar propuestas para solucionar los problemas que cada uno considera.

También puede tomarse como un acto de cobardía por parte de unos resentidos.

Pero yo creo que en su mayoría, los blogueros han sido personas que en su día pusieron sus propuestas encima de la mesa, pero fueron ignorados, los motivos del por qué lo fueron, solo lo saben los que los ignoraron.

Estoy convencido que estos críticos de la red mantienen en su cartera esas propuestas, seguramente mejoradas y enriquecidas por la experiencia y están a la espera de que vengan otros tiempos y surjan otros interlocutores que por lo menos muestren una disposción a escucharlas y tenerlas en cuenta.

Nadie es perfecto y todos nos equivocamos, pero todos tenemos el derecho a ser escuchados, si existen libertades, la de expresión con respeto es una de ellas, la práctica de enmudecer a los incómodos pertenece a tiempos pretéritos y es una actitud dictatorial incompatible con cualquier organización democrática, y aquellos que hacen uso de ese tipo de prácticas son unos dictadores en potencia, los principios de libertad, igualdad y fraternidad, sólo son válidos si favorecen sus intereses.

Ayer publiqué "Cosas que me gusta leer", y me siento bastante identificado con mucho de lo que allí se dice, y creo sinceramente que es necesaria una nueva revolución, refundación de la izquierda, volver a los principios que conformaron los movimientos obreros, la Socialdemocracia ya no es válida, está más cerca de los principios neocon que de los del verdadero Socialismo.

Yo en cierto modo estoy ejerciendo algo parecido a la Desobediencia Civil, y creo que lo mismo hacen muchos usuarios de la blogocosa, y motivos creo que los tengo, y principalmente cuando te sientes ignorado.

Quise titular este post CARTAS SIN RESPUESTA pero me decidí por el otro, y aquí os dejo una carta que no obtuvo respuesta:

En primer lugar, quiero pedir disculpas por mi anonimato, pero después de leer ésta carta supongo que lo entendereis, uno puede aguantar unos palos pero no una paliza.

Me dirijo a vosotros como candidatos a la Secretaría Provincial de la provincia a la cual pertenece la agrupación de la cual soy afiliado.

Hace más de seis meses, un pequeño grupo de personas, sin conocernos personalmente, nos unimos a través de la red para llevar a cabo una iniciativa que consiguiese hacer una realidad la participación activa de la militancia de base, recuperar la ilusión después de haber perdido las elecciones autonómicas y trabajar con fuerza para volver a recuperar la confianza de la ciudadanía y por consiguiente ganar cada vez más militantes.

El trabajo fue arduo, y el poco tiempo libre que teníamos se lo quitábamos a nuestras familias y a horas de sueño, porque día a día hay que luchar para mantener el puesto de trabajo, del cual dependen nuestras familias.

El trabajo tomó forma y se convirtió en una realidad.

He recibido vuestras cartas, y muchas de nuestras propuestas están recogidas en ellas, pero lo triste es que mientras a vosotros os aplauden, por lo mismo, a nosotros nos cayeron palos.

Los palos me dolieron mucho, pero más me ha dolido ver que por lo mismo a vosotros os aplauden, pero entiendo que sea así yo no soy nadie y vosotros sois alguien.

Estoy hablando por mi mismo y no por mis compañeros, a ellos ya le he comunicado que de momento ceso en toda mi actividad en lo que a la política se refiere, no dejo el partido, pero no voy a gastar más energía en aventuras inútiles.

Ni ellos ni yo buscamos ningún protagonismo, sólo aportar desde nuestra experiencia personal y profesional todo lo que pudiese beneficiar al partido, todos somos personas maduras, sin más aspiración que conseguir un futuro para nuestros hijos, pero por lo visto a algunos no les gusta que surjan iluminados.

Teneis por delante la enorme tarea que significa motivar e ilusionar a un gran colectivo de personas, en lo que a mi respecta, me es indiferente quien de los dos gane, quien debe ganar es el pueblo gallego.

Hoy por hoy ni estoy ilusionado ni motivado, pero ese es mi problema.

Os deseo suerte a ambos, y deseo de todo corazón que pase lo que pase, que gane quien gane, que el partido siga unido, que devolvais la ilusión a muchos, y reitero que gane Galicia.

Gracias por vuestra atención.


Y para finalizar también os dejo un post que leí no hace mucho:

EL DERECHO MÁS FUNDAMENTAL DE UN AFILIADO ES EL DE CRITICAR LAS ESTRATEGIAS DE SUS DIRIGENTES, HACIÉNDOLO CON LA MÁXIMA LIBERTAD Y SIN MIEDO A REPRESALIAS

Los partidos políticos en una democracia ayudan a articular e informar a la opinión pública de sus planes y propósitos. Los partidos políticos constituyen unidades organizativas a las que se les reconoce el derecho de participar en un proceso de elección política por medio de la presentación de candidatos y programas de acción o gobierno en el seno de los poderes legislativo y ejecutivo.

Una cosa es el discurso para la galería de los líderes de los partidos:
José Bono: "la lealtad no es subordinación, ni sumisión, ni jerarquía, ni agradar a quien nos nombra,.... sino ser personas que forman criterio de forma autónoma y honrada a través de la reflexión" (insisto, palabras textuales). Pues bien, pareciera que esto anima y fomenta la autocrítica, no comenzamos mal.

José María Barreda: "debemos de hablar claro entre nosotros, pues el día que no lo hagamos, tampoco nos entenderán los ciudadanos/as". Parece que bien continuamos.
José Luis Rodríguez Zapatero: "nunca debemos estar satisfechos ni autocomplacientes con nuestra acción de gobierno, porque ser de izquierdas es querer cambiar las cosas cada día para que los desfavorecidos tengan más derechos y los poderosos menos poder".

Pero a la hora de la verdad todo queda en nada: ni se fomenta, ni se considera, ni casi se permite la crítica constructiva ni en foros públicos ni en órganos internos de participación de los propios partidos:

Con demasiada frecuencia se han puesto en marcha políticas, tanto en el ámbito provincial, regional como nacional, sin que hayan sido consultadas las bases ni los concejales/as de nuestro partido, lo que implica importantes problemas de aplicación práctica. No se ha velado por el establecimiento de mecanismos internos y extemos de verdadera discusión (tanto previamente como a posteriori), que sirvieran para afinar las políticas que se decide a llevar a la práctica.

Por eso, algunos militantes de base pedímos dirigentes con profundas convicciones políticas, teniendo en cuenta:

La constitución de un verdadero equipo de trabajo por encima de las individualidades y protagonismos personales.

La participación de compañeros/as jóvenes junto a veteranos/as, compaginando rebeldía, crítica y experiencia.

Que las elecciones dentro de los Congresos, Comités y Comisiones Ejecutivas para determinar Diputados/as Provinciales, Regionales y Nacionales, Senadores/as, Delegados/as a Congresos de nuestro partido y otros puestos se hagan siempre con el sistema de listas abiertas mediante votación secreta en sobre cerrado con disponibilidad de cabinas de votación. De esta manera daríamos un impulso a la democracia interna de nuestro partido acercando la toma de decisiones a las bases, entrando en una nueva dinámica de negociación abierta (que nos exige diálogo y discusión razonada sobre las capacidades de las personas y la propia organización para lograr apoyos) frente a la imposición que supone la lista cerrada única que se viene utilizando en los últimos años (proclive a la designación mediante procedimientos más cercanos a la subordinación que a la libertad).

Sobre lo que realmente importa en política
"Cada loco con su tema, contra gustos no hay disputa". Si nos tomamos a pecho lo dicho, derivamos hacia el relativismo, esa forma de ser y estar que tanto agobia a ciertas jerarquías religiosas, pero que es fundamental para dos tareas. La importante: garantizar la libertad y pluralidad del pensamiento y la acción de las personas. La banal: polemizar y perder el tiempo con asuntos que en nada contribuyen a mejorar la vida de la mayoría de la gente.

- Ante el culto al líder,... la instrumentación de fórmulas que ayuden a construir una verdadera democracia participativa de alta intensidad, que supere y arrincone liderazgos personales en política, que derivan en cultos y pleitesías propios de épocas feudales.

El partido político que me gustaría

Quiero partidos políticos que nos sorprendan, que nos cuestionen, que nos provoquen...tanto para desenmascarar la sumisión de nosotros mismos como la de los demás. Que favorezcan la participación desde la libertad que sacude las conciencias, y no premie la obediencia ciega, el mirar hacia otro lado o en el mejor de los casos anime la huida. La provocación siempre es molesta. Por eso, quizás, demasiadas veces los partidos políticos intentan domesticar a sus militantes y simpatizantes, convirtiéndolos en apacibles reformadores.

Quiero partidos políticos radiantes, que más que enseñarnos, nos muestren una forma de ser y actuar, que nos inspiren y nos sugieran para transformar las estructuras de nuestra sociedad (este y no otro es el fin último de nuestra actividad política). No podemos inhibirnos o mirar hacia otro lado ante las actuales estructuras de poder que coartan o amenazan nuestra libertad, y esa será la mayor muestra de fidelidad a nuestro partido (aunque alguien hablará o interpretará esta actitud como disidencias insanas).

Quiero partidos políticos que nos hagan volver sobre lo que ya hacemos para mirarlo de manera nueva, a modo de relectura de nuestra propia acción. A veces sin tener una respuesta positiva que nos diga cómo construir, pero sabiendo que "NO", que así "NO". No somos una alternativa más, porque nuestra lucha está en este mundo por otro mundo que es posible. Quizás tengamos que volver a hacernos la pregunta de el por qué y para qué estamos en un partido político, aunque ello nos de miedo por lo que de provocativo tiene, porque quizás descubramos que no coinciden con los objetivos que en realidad estamos alcanzando. Día a día los partidos necesitan reavivar y celebrar la utopía que deja sus frutos en el presente, nunca nuestros intereses personales debieran estar por encima de la fidelidad a los para qués de este partido.

Nuestros compromisos con los partidos deberían ser para que no se cierren a la expectativa y la vigilancia. Trabajando con los pies bien en el suelo, pero esperando que algo nuevo vaya a suceder. Motivando a la espera, a la sorpresa. No toda la vida de nuestros pueblos está ya escrita y prevista. Hay que sacudir la falta de expectativas de buena esperanza que presiden las plataformas de nuestra sociedad. Sacudir las seguridades que tantas veces cierran toda expectativa. Y lo que es más importante: sacudir los miedos.

¿merece la pena seguir militando activamente en un partido político?

Nos encontramos ante un orden mundial que llamamos globalizado y que tenemos que describir con calificativos como injusto, polarizado en lo social, insensible al sufrimiento humano, egocéntrico, bélico y destructivo.

Muchas personas reflexionamos día a día sobre cuál es la plataforma comunitaria, asociación o colectivo más adecuado para dedicar nuestro esfuerzo en pos de llevar a cabo iniciativas que hagan de nuestro entorno local y global un lugar más agradable para la vida.

Y aunque sabemos que la tarea es ardua y que las cosas no cambian de la noche a la mañana, tampoco estamos dispuestos a perder energías en experiencias de participación ciudadana que en nada transforman nuestro mundo, es más, que incluso a veces ayudan a mantener y consolidar el statu quo existente.

Cada vez más se extiende el sentir de que organizaciones sociales históricas como partidos políticos y sindicatos, que en los últimos dos siglos han sido claves para la consecución de derechos sociales, económicos y políticos para todos, en los últimos tiempos se están convirtiendo en instrumentos al servicio de los verdaderos poderes fácticos (el gran capital transnacional que devora el mundo). La apatía de la gente por los acontecimientos políticos y comunitarios, así como la baja participación ciudadana en las elecciones se interpretan en esta clave.

Así, ante ello, caben dos posturas:

1) Seguir militando activamente en los partidos políticos pero incentivando, desde dentro y desde la base, cambios en su funcionamiento, que los hagan más democráticos internamente, preocupados de verdad por los grandes problemas de la humanidad (la pobreza, el deterioro ambiental, las guerras). Es decir, seguir en los partidos pero para impulsar alternativas radicales que puedan llegar a convertirse en mayoritarias en el seno de los mismos.

2) Salir de los partidos políticos (o seguir en ellos vegetando) porque entendamos que lo expuesto en el punto anterior es una quimera absoluta (ni siquiera una utopía), de ahí que lleguemos al convencimiento de que el otro mundo posible que queremos hay que construirlo desde otras plataformas de participación ciudadana distintas a los partidos.

Uno, que en los últimos tiempos ha meditado bastante sobre estas dos posibilidades, tiene argumentos para apoyar cualquiera de ellas. A continuación los voy a exponer brevemente.

HAY QUE SEGUIR

- A pesar de todo, podemos consolarnos con la creencia de que militando en partidos políticos hacemos lo correcto, tanto por la afinidad que podemos tener con sus principios ideológicos como por el conjunto humano que conforman sus hombres y mujeres.

- Porque debemos luchar por conseguir partidos políticos frescos, que nos sorprendan, que nos cuestionen, que nos provoquen...tanto para desenmascarar la sumisión de nosotros mismos como la de los demás. Que favorezcan la participación desde la libertad, que sacudan las conciencias, y no premien la obediencia ciega ni el mirar hacia otro lado. La provocación leal y sincera no debe ser molesta para nadie, y menos para dirigentes políticos de izquierdas. Los partidos no deberían trabajar para domesticar a sus militantes, simpatizantes y resto de la sociedad, sino para darles alas y todo el protagonismo que merecen, y que desgraciadamente ahora no tienen.

- Porque salir se me antoja cobarde. No es vano el esfuerzo que hacemos de trasladar nuestros puntos de vista a nuestro partido y de proponer alternativas de personas y de mecanismos de funcionamiento. De lo contrario, quienes ahora tienen el control orgánico del partido podrían creer que están haciendo las cosas correctamente por el mero hecho de que nadie internamente les critica nada: "El que calla otorga, o no tiene nada que ofrecer".

- En todo caso, seguir requiere organizarse en torno a alternativas para próximos procesos congresuales, aunque ello pusiera nerviosos a quienes dentro del organigrama del partido defienden y se benefician de la actual forma de hacer las cosas, acostumbrados en las elecciones orgánicas a candidaturas únicas.

- Porque hay que luchar por la utilización del sistema de listas abiertas para elecciones orgánicas y políticas. El sistema de votación y elaboración de listas que utiliza una formación política no es un fin en sí mismo, sino un instrumento que le debe ayudar a hacer más creíble su discurso hacia la sociedad y a reforzar su estructura interna. Así, si un partido es firme defensor de los valores democráticos e igualitarios, debería apostar por las listas abiertas que permiten una mayor representatividad de las candidaturas elegidas al evitar las listas monocolor y fortalecer aspectos fundamentales de una organización política como son el debate interno y la negociación entre iguales.

Hay que pasar de la obediencia ciega a los líderes del partido (que con frecuencia llega a convertirse en culto a la persona), a la lealtad absoluta a los principios del partido y a sus dirigentes, pero antes que a ellos, a sus bases.

HAY QUE SALIR

- Porque existe un férreo control interno en los partidos, a todos los niveles, que ahoga cualquier intento de cambio desde dentro, primando la autocomplacencia y los intereses personales. Hay dos principios de funcionamiento de los partidos que en mi opinión están detrás de su pobre espíritu crítico y abierto a la participación, que a su vez, hace que se alejen de sus bases y de la sociedad en la que están inmersos:

a) La utilización del sistema de listas cerradas para designar cargos orgánicos y políticos.

b) El nulo trabajo (absolutamente nulo) que hacen los partidos en lo que respecta a difundir en cercanía, en las agrupaciones y asociaciones de nuestros pueblos, las políticas que se están definiendo y poniendo en práctica en este país, provincia y región, así como para conocer de primera mano las preocupaciones de la gente.

- Porque cada vez más los partidos se apoyan descaradamente y/o son rehenes de los poderes fácticos (económicos, medios de comunicación), que a diferencia de los militantes y simpatizantes, exigen a cambio favores en forma de políticas públicas que les beneficien por acción u omisión.

- Porque en definitiva, en nuestro mundo ya no gobiernan los políticos y los partidos que los apoyan, sino los poderes económicos transnacionales. De ahí que seguir militando en partidos para intentar afectar el orden establecido en los niveles regional, nacional y mundial sea una auténtica equivocación. Otra cosa distinta es en el ámbito local, donde dependiendo de su estructura y talante, los partidos políticos pueden seguir siendo organizaciones muy válidas para canalizar las voluntades democráticas de las personas y plasmarlas luego en políticas públicas.

Cuando toca abrir nuevas veredas

Somos absolutamente afortunados cuando podemos elegir sin presiones, o por lo menos sin sucumbir a ellas, los caminos por los que transitar. Cuando a la vez que leemos y sentimos el libro de la vida aprendemos a ser libres, a pensar por cuenta propia, a tomar la mano de la gente para soñar y luchar por un mundo más justo allá donde nos toca estar.

Y en este ir, tan importante como no perder el horizonte de la utopia, es estar pendientes de la tierra que quedará bajo nuestros pies en el paso siguiente, por aquello que podamos destruir con nuestra huella. Porque no podemos alcanzar más justicia social y libertad si sellamos los labios de quienes quieren decir algo porque no queremos oír (ni que nadie oiga) palabras transparentes, tanto por el temor a que prendan en el alma de los demás como porque perturben estados de unánime y perversa autocomplacencia.

En paralelo, a la vez que reflexionamos y nos empinamos para atisbar mejor la propia ruta, tenemos que buscar los/as compañeros/as de viaje, para unirnos a ellos/as con lazos de compromiso y confianza. Sólo en grupo podemos fundir nuestras inquietudes y anhelos para crecer, para escuchar, para comentar y para gritar contra aquello que nos corta las alas y reduce nuestro horizonte, o lo que es lo mismo, contra aquello que congela y condena nuestras utopías.

Así, cuando constatamos que en las organizaciones donde participamos, el miedo, el deseo de agradar al poder o la obediencia indebida nos hacen callar y mirar para otro lado, es también el momento de abrir de par en par las ventanas de nuestro corazón para descubrir de entre las voces de la calle nuevos latidos de esperanza en los seres humanos.

Y a partir de ahí, salir de la misma manera que llegamos: sigilosamente. Eso sí, con los mejores recuerdos de todo lo acontecido, porque todo ha sido bueno, incluso aquello que desde el primer día nos encaminó al callejón del desánimo.

Pues eso, que es tiempo de abrir nuevas veredas.

Extraído de un comentario de Gegoro López Sanz/Movimiento Rural Cristiano de Albacete

Publicado por Xabier Pita Wonenburger o Xaneiro 13, 2010 11:30 AM


FUERZA Y HONOR.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

martes, 23 de marzo de 2010

Cosas que me gusta leer.

Pues si en la red encuentras cosas interesantes, y principalmente si han sido escritas hace unos cuantos años.

Si alguien está interesad@ en leerlo todo, mi consejo es armarse de paciencia y copiarlo en word para leerlo con más tranquilidad.


Desobediencia Civil

por Henry David Thoreau

Traducido por Hernando Jiménez

Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento. Las objeciones que se han hecho a la existencia de un ejército permanente, que son varias y de peso, y que merecen mantenerse, pueden también por fin esgrimirse en contra del gobierno. El ejército permanente es sólo el brazo del gobierno establecido. El gobierno en sí, que es únicamente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto al abuso y la corrupción antes de que el pueblo pueda actuar a través suyo. Somos testigos de la actual guerra con Méjico, obra de unos pocos individuos comparativamente, que utilizan como herramienta al gobierno actual; en principio, el pueblo no habría aprobado esta medida. El gobierno de los Estados Unidos ¿qué es sino una tradición, bien reciente por cierto, que lucha por proyectarse intacta hacia la posteridad, pero perdiendo a cada instante algo de su integridad? No tiene la vitalidad y fuerza de un solo hombre: porque un solo hombre puede doblegarlo a su antojo. Es una especie de fusil de madera para el mismo pueblo, pero no es por ello menos necesario para ese pueblo, que igualmente requiere de algún aparato complicado que satisfaga su propia idea de gobierno. Los gobiernos demuestran, entonces, cuán exitoso es imponérsele a los hombres y aún, hacerse ellos mismos sus propias imposiciones para su beneficio. Es excelente, tenemos que aceptarlo. Sin embargo, este gobierno nunca adelantó una empresa, excepto por la algarabía con la que sacó el cuerpo. No mantiene al país libre. No deja al Oeste establecido. No educa. El carácter inherente al pueblo americano es el responsable de todo lo que se ha logrado, y hubiera hecho mucho más si el gobierno no le hubiera puesto zancadilla, como ha ocurrido tantas veces. Porque el gobierno es una estratagema por la cual los hombres intentan dejarse en paz los unos a los otros y llega al máximo de conveniencia cuando los gobernados son dejados en paz.

Si el mercado y el comercio no estuvieran hechos de caucho, jamás lograrían salvar los obstáculos que los legisladores les atraviesan en forma sistemática. Y si uno fuera a juzgar a esos señores sólo por el efecto de sus acciones, y no en parte por sus intenciones, merecerían ser castigados como a los malhechores que atraviesan troncos sobre los rieles del ferrocarril.

Pero, para hablar en forma práctica y como ciudadano, a diferencia de aquellos que se llaman “antigobiernistas”, yo pido, no como “antigobiernista” sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto. Después de todo, la razón práctica por la cual, una vez que el poder está en manos del pueblo, se le permite a una mayoría, y por un período largo de tiempo, regir, no es porque esa mayoría esté tal vez en lo correcto, ni porque le parezca justo a la minoría, sino porque físicamente son los más fuertes. Pero un gobierno en el que la mayoría rige en todos los casos no se puede basar en la justicia, aún en cuanto ésta es entendida por los hombres. ¿No puede haber un gobierno en el que las mayorías no decidan de manera virtual lo correcto y lo incorrecto – sino a conciencia?, ¿en el que las mayorías decidan sólo los problemas para los cuales la regulación de la conveniencia sea aplicable? ¿Tiene el ciudadano en algún momento, o en últimas, que entregarle su conciencia al legislador? ¿Para qué entonces la conciencia individual? Creo que antes que súbditos tenemos que ser hombres. No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que tengo derecho de asumir es a la de hacer siempre lo que creo correcto. Se dice muchas veces, y es cierto, que una corporación no tiene conciencia; pero una corporación de personas conscientes es una corporación con conciencia. La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en el agente de la injusticia. Resultado corriente y natural de un indebido respeto por la ley es el ver filas de soldados, coronel, capitán, sargento, polvoreros, etc., marchando en formación admirable sobre colinas y cañadas rumbo a la guerra, contra su voluntad, alás!, contra su sentido común y sus conciencias, lo que hace la marcha más ardua y produce un pálpito en el corazón. No les cabe duda de que la tarea por cumplir es infame; todos están inclinados hacia la paz. Pero, qué son? Son hombres acaso? O pequeños fuertes y polvorines al servicio de algún inescrupuloso que detenta el poder? Visiten un patio de la Armada y observen un marino, el hombre que el gobierno americano puede hacer, o mejor en lo que lo puede convertir con sus artes nigrománticas – una mera sombra y reminiscencia de humanidad, un desarraigado puesto de lado y firmes, y, se diría, enterrado ya bajo las armas con acompañamiento fúnebre...aunque puede ser que

“No se oyó ni un tambor,
ni la salva de adiós escuchamos,
cuando el cuerpo del héroe y su honor
en la tumba en silencio enterramos”.

La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus, etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros – como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas – sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser “arcilla” o “abrir un hueco para escapar del viento”, sino que dejará ese oficio a sus cenizas.
“Soy nacido muy alto para ser convertido en propiedad,
para ser segundo en el control
o útil servidor e instrumento
de ningún Estado soberano del mundo”.

El que se entrega por completo a sus congéneres les parece a ellos inútil y egoísta; pero aquel que se les entrega parcialmente es considerado benefactor y filántropo

¿Cómo le conviene a una persona comportarse frente al gobierno americano de hoy? Le respondo que no puede, sin caer en desgracia, ser asociado con éste. Yo no puedo, ni por un instante, reconocer una organización política que como gobierno mío es también gobierno de los esclavos. Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución; es decir, el derecho a negarse a la obediencia y poner resistencia al gobierno cuando éste es tirano o su ineficiencia es mayor e insoportable. Pero muchos dicen que ese no es el caso ahora. Pero era el caso, creo, en la Revolución de 1775. Si alguien viene a decirme que aquel era un mal gobierno porque gravaba ciertas mercancías extranjeras que llegaban a sus puertos, seguramente no haría yo mucho caso del asunto, puesto que me basto sin ellas. Toda máquina produce una fricción, y ésta probablemente no es suficiente para contrarrestar el mal. En todo caso, es un gran mal hacer gran bulla al respecto. Pero cuando la fricción se apodera de la máquina y la opresión y el robo se organizan, les digo, no mantengamos tal máquina por más tiempo. En otras palabras, cuando una sexta parte de la población de una nación que ha tomado como propio ser el refugio de la libertad está esclavizada, y todo un país está injustamente subyugado y conquistado por un ejército extranjero y sujeto a la ley militar, no creo que sea demasiado pronto para que los honestos se rebelen y hagan revolución. Lo que hace más urgente esta obligación es que el país así dominado no es el nuestro y lo único que nos queda es el ejército invasor.

Paley, conocida autoridad con muchos otros en asuntos morales, en su capítulo sobre “Obligación a la obediencia al Gobierno Civil”, resuelve toda obligación moral a la conveniencia y continúa diciendo que “en cuanto el interés de toda la sociedad lo requiera, es decir, en cuanto al gobierno establecido no se pueda oponer resistencia o cambiar sin inconveniencia pública, es la voluntad de Dios...que el gobierno establecido sea obedecido...y no más. Al admitir este principio, la justicia de cada caso específico de resistencia se reduce al computo de la cantidad de peligro y afrenta, por un lado, y a la probabilidad y costo de remediarlo, por el otro”. De esto, dice, cada persona juzgará por sí misma. Pero parece que Paley nunca contempló aquellos casos en los que la ley de conveniencia no es aplicable, en los que un pueblo, tanto como un individuo, debe ejercer justicia, cueste lo que cueste. Si injustamente le he arrebatado una tabla a un hombre que se está ahogando, debo devolvérsela aunque yo me ahogue. Esto, según Paley, no sería conveniente. Pero aquel que salve su vida en tal forma, la perderá. Este pueblo tiene que dejar de tener esclavos y de hacerle la guerra a Méjico, aunque le cueste su propia existencia como pueblo.

En sus prácticas, las naciones están de acuerdo con Paley, pero cree alguien que Massachusetts está haciendo lo correcto en la crisis actual?

“Una puta por Estado, recamado de plata
que le lleven la cola, pero que deja la huella de su alma en la mugre”.

En la práctica, quienes se oponen a una reforma en Massachusetts no son cien políticos del Sur, sino cien mil comerciantes y granjeros del Norte, quienes están más interesados en el comercio y la agricultura que en la humanidad, y no están preparados para hacer justicia a los esclavos y a Méjico, cueste lo que cueste. Yo no lucho con adversarios lejanos, sino en contra de quienes, aquí mismo en casa, cooperan y licitan por los que están lejos, y sin los cuales estos últimos serían inofensivos. Estamos acostumbrados a decir que las masas no están preparadas; pero las mejoras son lentas, porque los pocos no son ni materialmente más sabios ni mejores que los muchos. No es tan importante que muchos sean tan buenos como usted, como que haya alguna bondad absoluta en alguna parte, porque ella será la levadura para todo el conjunto. Hay miles de personas que se oponen a la esclavitud y la guerra, pero sin embargo no hacen nada para terminarlas; hay quienes, considerándose hijos de Washington y Franklin, se sientan con las manos en los bolsillos, y dicen que no saben qué hacer, y no hacen nada; hay quienes, anteponen el asunto del libre comercio al de la libertad y leen muy calmados las cotizaciones junto con los últimos informes sobre Méjico, después de la cena, y hasta se quedan dormidos sobre ellos. ¿Cuál es la cotización para un hombre honesto y patriota hoy? Ellos se lo preguntan, tienen remordimientos y hasta redactan un memorial, pero no hacen nada con convicción y efecto. Esperan, muy bien dispuestos, a que otros le pongan remedio al mal, para que ya no les remuerda. Cuando mucho, depositan un voto barato, con un débil patrocinio y deseo de feliz viaje a lo correcto, en cuanto a ellos respecta. Hay novecientos noventa y nueve patronos de la virtud por un hombre virtuoso. Pero es más fácil negociar con el dueño real de alguna cosa que con su guardián temporal. Toda votación es un tipo de juego como las damas o el backgammon, con un ligero tinte moral, un jueguito entre lo correcto y lo incorrecto con preguntas morales, acompañado, naturalmente, de apuestas. El carácter de los votantes no entra en juego. Deposito mi voto, por si acaso, pues lo creo correcto, pero no estoy comprometido en forma vital con que esa corrección prevalezca. Se lo dejo a la mayoría. La obligación de mi voto, por lo tanto, nunca excede la conveniencia. Aún votar por lo correcto no es hacer nada por ello. Es simplemente expresar bien débilmente ante los demás un deseo de que eso (lo correcto) prevalezca. El hombre sabio no deja el bien a la merced del chance, ni desea que prevalezca por el poder de la mayoría. Hay poca virtud en la acción de las masas. Cuando la mayoría finalmente vote por la abolición de la esclavitud, será porque ya es indiferente a ella, o por que queda poca esclavitud para ser abolida con su voto. Entonces ellos mismos serán los únicos esclavos. Sólo acelera con su voto la abolición de la esclavitud quien afirma por medio de él su propia libertad.

Me entero de una convención a reunirse en Baltimore, o en alguna otra parte, para escoger un candidato a la Presidencia, convención formada principalmente por editores y políticos de profesión; pero me pregunto, ¿qué representa para una persona independiente, inteligente y respetable la decisión que allí se tome? ¿No tenemos, sin embargo, la ventaja de la sabiduría y la honestidad? ¿No contamos con algunos votos independientes? ¿No hay muchas personas en este país que no asisten a convenciones? Pero no: encuentro que el llamado hombre respetable ha sido arrastrado de su posición, y se desespera de su país, cuando su país tiene más razones para desesperarse de él. En el acto, adopta a uno de los candidatos seleccionados, como el único disponible, probando que él mismo está disponible para cualquier propósito del demagogo. Su voto no tiene más valor que el de cualquier extranjero sin principios o nacional a sueldo, que haya sido comprado. ¡Loa al hombre que es hombre!, o, como dice un vecino “es hueso difícil de roer”. Nuestras estadísticas están erradas: la población es presentada exageradamente grande. ¿Cuántos habitantes hay por milla cuadrada en este país? Escasamente uno. Es que los Estados Unidos no ofrecen aliciente para que las gentes se establezcan aquí? El norteamericano ha degenerado en el Tipo Simpático – conocido por el desarrollo de su órgano de sociabilidad, por la falta manifiesta de intelecto y por una seguridad desenfadada, cuya primera y más importante preocupación al llegar a este mundo, es ver que los hospicios estén en buenas condiciones, y antes de que haya estrenado su atuendo viril, empieza a recolectar fondos para sostener a las viudas y huérfanos que puedan aparecer, y quien, en últimas, se aventura a vivir solo de la ayuda de la Mutual de Seguros, que le ha prometido enterrarlo decentemente.

De hecho, no es obligación de un individuo dedicarse a la erradicación del mal, aún del más enorme; bien puede tener otras inquietudes que lo ocupen. Pero es su obligación al menos lavarse las manos de ese mal, y si no le dedica mayor pensamiento, tampoco debe darle su apoyo en la práctica. Si yo me dedico a otras empresas y contemplaciones, debo ante todo ver que no las emprenda montado sobre los hombros de otro. Debo desmontarme primero para que él pueda adelantar sus contemplaciones también. Vean qué gran inconsistencia se tolera. Les he oído decir a algunos de mis paisanos: “Me gustaría que me ordenaran ir a ayudar a extinguir una insurrección de esclavos o a marchar a Méjico, ya vería si voy”. Y, sin embargo, cada uno de ellos ha contribuido, directamente con su obediencia, e indirectamente con su dinero, suministrando un sustituto. El soldado que rehusa servir en una guerra injusta es aplaudido por aquellos que no rehusan sostener al gobierno injusto que hace la guerra; es aplaudido por aquellos cuyos actos y autoridad ese gobierno no tiene en cuenta ni valora en nada. Como si el Estado estuviera tan arrepentido que contratara a uno para que lo azotara mientras peca, pero no para dejar de pecar. Así, bajo el rótulo del Orden y Gobierno Civil se nos hace a todos rendir homenaje y sostener nuestra propia maldad. Después del primer sonrojo de pecado se pasa a la indiferencia y de lo inmoral se llega a lo amoral, lo que resulta necesario para esa vida que nos hemos forjado. El error más amplio y permanente necesita de la más desinteresada virtud para sostenerse. Los nobles son quienes más comúnmente incurren en el ligero reproche que se le hace a la virtud del patriotismo. Aquellos, quienes a la vez que desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le entregan su respaldo, son sin duda sus más conscientes soportes y con frecuencia el obstáculo más serio a la reforma.

Algunos le están pidiendo al Estado disolver la Unión para desconocer las solicitudes del Presidente. Por qué no la disuelven ellos mismos – la unión entre ellos y el Estado – y se niegan a pagar su cuota al Tesoro? No están ellos en la misma relación con el Estado que éste con la Unión? Y no son las mismas razones que han impedido al Estado oponerse a la Unión las que les impiden a ellos oponerse al Estado? ¿Cómo puede una persona estar satisfecha con sólo mantener una opinión y al mismo tiempo disfrutarlo? ¿Hay alguna satisfacción en ello, si su opinión es la de que está siendo agraviado? Si a usted lo engañan así sea en un solo dólar, usted no queda satisfecho con saber que lo engañaron, con decirlo, ni aún con pedir que se le restituya lo que le pertenece; sino que usted se empeña de manera efectiva en recuperar la suma completa y en ver que no se le vuelva a engañar jamás. La acción por principio, la percepción y el desarrollo de lo correcto, cambian las cosas y las relaciones; es algo esencialmente revolucionario y no concuerda con nada de lo que fue. No solo dividió Estados e Iglesias, divide a las familias; ay!, divide al individuo, separando en él lo diabólico de lo divino.

Existen leyes injustas: ¿debemos estar contentos de cumplirlas, trabajar para enmendarlas, y obedecerlas hasta cuando lo hayamos logrado, o debemos incumplirlas desde el principio? Las personas, bajo un gobierno como el actual, creen por lo general que deben esperar hasta haber convencido a la mayoría para cambiarlas. Creen que si oponen resistencia, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del gobierno que el remedio sea peor que la enfermedad. Es él quien lo hace peor. ¿ Por qué no está más apto para prever y hacer una reforma? ¿ Por qué no valora a su minoría sabia? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no estimula a sus ciudadanos a que analicen sus faltas y lo hagan mejor de lo que él lo haría con ellos? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin? Uno pensaría que una negación deliberada y práctica de su autoridad fue la única ofensa jamás contemplada por su gobierno, o si no, por qué no ha asignado un castigo definitivo, proporcionado y apropiado? Si un hombre que no tiene propiedad se niega sólo una vez a rentar nueve chelines al Estado, es puesto en prisión por un término ilimitado por ley que yo conozca, y confinado a la discreción de aquellos que lo pusieron allí; pero si le roba noventa veces nueve chelines al Estado, es pronto puesto de nuevo en libertad.

Si la injusticia es parte de la fricción necesaria de la máquina del gobierno, vaya y venga, tal vez la fricción se suavice – ciertamente la máquina se desgasta. Si la injusticia tiene un resorte, una polea, un cable, una manivela exclusivamente para sí, quizá usted pueda considerar si el remedio no es peor que la enfermedad; pero si es de tal naturaleza que le exige a usted ser el agente de injusticia para otro, entonces yo le digo, incumpla la ley. Deje que su vida sea la contra fricción que pare la máquina. Lo que tengo que hacer es ver, de cualquier forma, que yo no me presto al mal que condeno. En cuanto a adoptar las maneras que el Estado ha entregado para remediar el mal, yo no sé nada de tales maneras. Toman mucho tiempo, y la vida se habrá acabado para entonces. Tengo otras cosas que hacer. Yo vine a este mundo no propiamente a convertirlo en un buen sitio para vivir, sino a vivir en él, ya sea bueno o malo. Una persona no tiene que hacerlo todo, sino algo; y puesto que no puede hacerlo todo, no es necesario que ande haciendo peticiones al gobernador o al legislador más de lo que ellos me las tienen que hacer a mí. ¿Y si ellos no oyen mi petición, qué tengo que hacer? En este caso el Estado no tiene respuesta: su propia Constitución es el mal. Esto puede parecer fuerte, terco y no conciliatorio, pero es tratar con la mayor amabilidad y consideración al único espíritu que puede agradecerlo o merecerlo. Así que todo es cambio para mejorar, como el nacimiento y la muerte, que convulsionan el cuerpo. No dudo en afirmar que aquellos que se llaman abolicionistas debería retirar inmediatamente su apoyo personal y económico al gobierno de Massachusetts, y no esperar a constituir una mayoría de uno que les otorgue el derecho de prevalecer. Creo que es suficiente con tener a Dios de su lado, sin esperar a ese otro uno. Más aún, cualquier hombre más correcto que sus vecinos constituye de por sí una mayoría de uno.

Yo me entrevisto con el gobierno americano, o su representante, el gobierno del Estado, directamente, cara a cara, una vez al año – nada más – en la persona de su recaudador de impuestos; esta es la única forma en la que una persona de mi posición puede encontrarse con ese Estado. Y entonces él dice bien claro: Reconózcame; y la manera más sencilla, la más efectiva, en el actual curso de los hechos, la manera indispensable de tratar con él en su cara, de expresarle uno su poca satisfacción y poco amor por él es negarlo. Mi vecino civil, el recaudador, es el hombre de carne y hueso con quien tengo que tratar – porque, después de todo, es con hombres y no con papeles con quienes yo peleo, y él ha escogido voluntariamente ser un agente del gobierno. ¿Cómo hará para saber bien lo que él es y lo que tiene que hacer como funcionario del gobierno, o como hombre, cuando se vea obligado a considerar si a mí – su vecino - a quien respeta como buen vecino - me trata como tal, o como a un loco que altera la paz, e igualmente resolver cómo puede sobreponerse a esa obstrucción a la buena voluntad, sin que lo asalten pensamientos más rudos y contundentes, o sin adoptar un vocabulario acorde con su acción? Yo sí lo sé muy bien: si mil, o cien o diez hombres – a quienes puedo nombrar – si sólo diez hombres honestos – alás! si un hombre HONESTO, en este Estado de Massachusetts, dejara de tener esclavos, realmente se retirara de esa cosociedad y fuera encerrado por ello en la cárcel del Condado, eso sería la abolición de la esclavitud en América. Porque lo que importa no es qué tan pequeño pueda ser el comienzo: lo que se hace una vez bien, se hace para siempre. Pero preferimos hablar de ello: a lo que digamos, reducimos nuestra misión. La reforma cuenta con muchos informes periodísticos a su servicio, pero ni con un solo hombre.

Si mi estimado vecino, el embajador del Estado, que dedicará sus días a tratar el asunto de los derechos humanos en la Cámara del Consejo, en vez de ser amenazado con las prisiones de Carolina, fuera a sentarse como prisionero de Massachusetts, ese Estado que está tan ansioso por endilgarle el pecado de la esclavitud a su hermana, aunque hasta el momento solo se ha basado en un acto de inhospitalidad para pelear con ella, no desestimaría considerar el tema en la legislatura del próximo invierno.

Bajo un gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo está en la cárcel. El lugar apropiado hoy, el único sitio que Massachusetts ha provisto para sus espíritus más libres y menos desalentados está en sus prisiones: está en ser encerrados y excluidos del Estado por acción de éste, así como ellos mismos se han puesto fuera de él, movidos por sus propios principios. Es allí donde los deben encontrar el esclavo fugitivo, el prisionero mejicano puesto en libertad bajo palabra y el indio que vino a interceder por las faltas imputadas a su raza. Es allí, en ese suelo separado, pero más libre y honorable, donde el Estado coloca a los que no están con él, sino en su contra, donde el hombre libre puede habitar con honor. Si alguien piensa que su influjo se pierde allí, y que su voz ya no llega al oído del Estado, que él mismo no es visto como el enemigo dentro de sus muros, no sabe qué tanto la verdad es más fuerte que el error, ni qué tanto puede elocuente y efectivamente combatir la injusticia quien la ha experimentado en su propia persona. Deposite su voto completo, no sólo una tira de papel, sino todo su influjo. Una minoría es impotente, ni siquiera es una minoría, mientras se amolde a las mayorías; pero se vuelve insostenible cuando obstaculiza con todo su peso. Si la alternativa es mantener a todos los justos presos o renunciar a la esclavitud y la guerra, el Estado no dudará en escoger. Si mil ciudadanos no pagaran sus impuestos este año, esa no sería una medida violenta y sangrienta, como sí lo sería pagarlos, habilitando al Estado para que ejerza violencia y derrame sangre inocente. Esta es, de hecho, la definición de una revolución pacífica, si es que tal revolución es posible. Si el recaudador, o cualquier otro funcionario – como ya ha sucedido - me pregunta: “y entonces qué hago? ”, mi respuesta es: “si usted de verdad quiere hacer algo, renuncie al puesto”. Cuando el súbdito se ha negado a someterse y el funcionario renuncia a su cargo, la revolución se ha logrado. ¿Y no hay también derramamiento de sangre cuando se hiere la conciencia? Por esta sangre brotan la hombría y la inmortalidad de un ser humano y esa sangre fluye hacia una muerte eterna. Veo esa sangre fluyendo ahora.

Hasta ahora, he considerado el encarcelamiento del transgresor más que la confiscación de sus bienes – aunque ambos sirven el mismo propósito – porque aquellos que se sostienen en la corrección más pura, y en consecuencia son más peligrosos para el Estado corrupto, generalmente no han dedicado mucho tiempo a acumular propiedades. A ellos, el Estado comparativamente les presta poco servicio, y un pequeño impuesto es costumbre que parezca exorbitante, particularmente si se les obliga a pagarlo con trabajo de sus propias manos. Si hubiese alguien que viviera completamente sin el uso del dinero, el Estado mismo dudaría en exigírselo. Pero el rico – sin hacer comparaciones odiosas – está siempre vendido a la institución que lo hace rico. En estricto sentido, a más dinero menos virtud, porque el dinero se interpone entre la persona y sus objetivos y los obtiene para él; ciertamente, no fue gran virtud obtenerlo. El dinero pone de lado muchas preguntas que de otra manera la persona se vería obligada a responder, mientras que la nueva pregunta es difícil pero superflua: cómo gastarlo! Así, le han quitado a la persona su piso moral. Las oportunidades de vivir se disminuyen en proporción al aumento de los llamados “medios de subsistencia”. Lo mejor que una persona puede hacer por su cultura cuando es rica, es realizar los esquemas que se propuso cuando era pobre. Cristo respondía a los súbditos de Heródes según su condición. “Mostradme vuestro dinero del tributo”, les decía, y uno sacó un centavo del bolsillo, “si usáis dinero acuñado con la imagen del César, y que él ha hecho corriente y valioso, es decir, sois un hombre del Estado y disfrutáis a gusto de las ventajas del gobierno del César, entonces retribuid con algo de lo que le pertenece cuando él os lo pide. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y no los dejaba más sabios en cuanto cuál era para cuál, porque ellos no querían saber.

Cuando yo converso con el más libre de mis vecinos, me doy cuenta de que cualquier cosa que mi interlocutor diga sobre la magnitud y seriedad de un asunto, lo mismo que su preocupación por la tranquilidad pública, me la presenta sujeta a la protección del Gobierno vigente y más bien se espanta de las consecuencias que la desobediencia les pueda acarrear a su propiedad y a sus familias. Por mi parte, no quiero ni pensar que alguna vez dependa de la protección del Estado. Pero si yo niego la autoridad del Estado cuando éste me presenta la cuenta de los impuestos, pronto se llevarán y gastarán mis propiedades y me acosarán a mí y a mis hijos indefinidamente. Esto es doloroso. Esto hace imposible a la persona vivir honestamente y al tiempo con comodidad en lo que a exterioridades respecta. No vale la pena acumular propiedades que de seguro se volverán a ir. Hay que alquilar o invadir cualquier predio, cultivar una pequeña cosecha y comérsela pronto. Hay que vivir dentro de sí mismo y depender de uno mismo, siempre arremangado y listo a arrancar, sin tener muchos asuntos pendientes. Un hombre puede volverse rico en Turquía, si es en todo aspecto un buen súbdito del gobierno turco. Confucio dijo: “Si un Estado es gobernado por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son objeto de vergüenza; si el Estado no es gobernado por los principios de la razón, la riqueza y los honores son objeto de vergüenza”. No: hasta cuando se me extienda la protección de Massachusetts hasta un puerto en el Sur, donde mi libertad esté en peligro, o hasta cuando me dedique a aumentar mi patrimonio aquí con industriosidad pacífica, me puedo dar el lujo de rehusar la sumisión a Massachusetts, y a su derecho sobre mi propiedad y mi vida. En todo caso, me sale más barato sufrir el castigo por desobediencia al Estado que obedecer. Me sentiría que yo mismo valdría menos.

Hace unos años, el Estado me llamó a favor de la Iglesia y me conminó a pagar una suma para el mantenimiento de un clérigo, cuyos sermones mi padre escuchaba, pero yo no. “Pague”, se me dijo, “o será encerrado en la cárcel”. Yo me negué a pagar. Desagraciadamente, otra persona consideró apropiado hacerlo por mí. Yo no entendía por qué el maestro de escuela tenía que pagar impuesto para sostener al cura, y no el cura para sostener al maestro, así yo no fuera maestro del Estado, sino que me sostenía por suscripción propia. Yo no veía por qué el Liceo no podía presentar su cuenta de impuestos y hacer que el Estado respaldara su petición lo mismo que la de la Iglesia. Sin embargo, a petición de los Concejales, fui condescendiente como para hacer la siguiente declaración por escrito: “Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”. El Estado, habiéndose enterado de que yo no quería ser considerado miembro de esa iglesia, nunca me ha vuelto a hacer tal exigencia, aunque decía que tenía que acogerse a su presunción en ese momento. Si hubiese sabido los nombres, me habría retirado de todas las sociedades a las que nunca me inscribí, pero no supe dónde encontrar la lista completa.

Hace seis años que no pago el impuesto de empadronamiento. Me apresaron una vez por eso, por una noche. Y mientras meditaba sobre el grosor de los muros de piedra, de dos o tres pies de ancho, de la puerta de madera y hierro de un pie de espesor, y de las rejas de hierro por las que se colaba la luz, no pude evitar aterrarme de la tontería de aquella institución que me trataba como si yo no fuera más sino carne, sangre y huesos que encerrar. Concluí finalmente que ésta era la mayor utilidad que el Estado podía sacar de mí y que nunca pensó en beneficiarse de alguna manera con mis servicios. Pensé que si había un muro de piedra entre mis conciudadanos y yo, había uno mucho más difícil de trepar o atravesar antes de que ellos pudieran llegar a ser tan libres como yo. Nunca me sentí encerrado, y los muros semejaban un gran desperdicio de piedra y argamasa. Sentí que yo era el único de mis conciudadanos que había pagado el impuesto. Ciertamente no sabían cómo tratarme; pero se comportaban como tipos maleducados. En cada amenaza y en cada lisonja se pifiaban, porque creían que lo que yo más quería era estar del otro lado del muro. Yo no podía sino sonreír de ver con qué laboriosidad cerraban la puerta a mis meditaciones, lo que los dejaba de nuevo sin oposición ni obstáculo, y esas meditaciones eran realmente lo único peligroso que allí había. Como no me podían atrapar, resolvieron castigar mi cuerpo, como niños, que si no pueden llegar a la persona a la que tienen tirria, le maltratan el perro. Observé que el Estado era ingenioso sólo a medias, que era tímido. Como una viuda en medio de su platería, y que no diferenciaba sus amigos de sus enemigos, y así perdí lo que me quedaba de respeto por él y le tuve lástima.

El Estado, pues, nunca confronta a conciencia la razón de una persona, intelectual o moralmente, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está equipado con un ingenio superior o una honestidad superior, sino con fuerza superior. Yo no nací para ser forzado. Respiro a mi manera. Ya veremos quien es el más fuerte. ¿Qué fuerza tiene una multitud? Sólo me pueden forzar los que obedecen una ley más alta que yo. Quieren forzarme a que me vuelva como ellos. No escucho a quienes han sido forzados por las masas a vivir así o asá. ¿Qué vida es ésa? Cuando un gobierno me dice, “la bolsa o la vida”, por qué tengo que correr a darle mi plata? Pueden estar en apuros y no saber qué hacer: lo siento mucho. Ellos verán qué hacen. Que hagan como yo. No vale la pena lloriquear por eso. Yo no soy responsable de que la maquinaria de la sociedad funcione. No soy hijo del ingeniero. Sólo veo que cuando una bellota y una castaña caen juntas, la una no se queda inerte para hacerle campo a la otra, ambas obedecen sus propias leyes y germinan y crecen y florecen lo mejor que pueden, hasta que una, quizás, eclipsa y destruye a la otra. Si una planta no puede vivir de acuerdo a la naturaleza, se muere; lo mismo el hombre.

La noche en la prisión fue novedosa e interesante. Cuando entré, los prisioneros, en mangas de camisa, gozaban de una charla y del aire de la noche. Pero el carcelero dijo: “Vamos muchachos, es hora de encerrarlos”, entonces se dispersaron, y oí el ruido de sus pasos de regreso a la vacuidad de sus compartimentos. El carcelero me presentó a mi compañero como “un tipo de primera y un hombre inteligente”. Cuando cerraron la puerta, me indicó dónde colgar mi sombrero y me contó cómo arreglaba sus asuntos allí. Los cuartos eran blanqueados una vez al mes, y éste, al menos, era el más blanco; el amoblado de forma muy sencilla y seguramente el más pulcro del pueblo. Naturalmente quería saber de dónde venía yo, qué me había traído. Cuando le hube contado, yo también le pregunté por qué estaba allí, bajo la presunción de que era un hombre honesto, y claro que lo era. “Bien”, dijo, “me acusan de quemar un granero, pero nunca lo hice”. Por lo que pude descubrir, él probablemente se había acostado borracho, fumando pipa, y el granero se incendió. Gozaba de la reputación de ser inteligente; había estado allí cerca de tres meses esperando el juicio, y tendría que esperar otro tanto, pero estaba domesticado y contento, puesto que recibía alimentación gratis y se consideraba bien tratado. Él miraba por una ventana y yo por la otra. Observé que si uno se quedaba allí por largo tiempo su actividad central se reducía a mirar por la ventana. Pronto leí todas las huellas que allí quedaban y examiné por donde se habían escapado los antiguos prisioneros, donde habían segueteado una reja y oí la historia de varios inquilinos de aquella celda; descubrí que aún allí había historias y habladurías que nunca circulaban más allá de los muros de la prisión. Seguramente ésta es la única casa del pueblo donde se escriben versos, que luego se imprimen en hojas que no se publican. Pude ver una larga lista de jóvenes que habían intentado escapar, quienes se vengaron cantando sus versos.

Yo le sonsaqué a mi compañero todo lo que pude, movido por el temor de no volver a verlo; luego me indicó cuál era mi cama y me dejó apagar la vela.

Tendido allí por una noche fue como viajar a un país remoto que nunca había esperado visitar. Me pareció que no había escuchado antes el llamado de las campanas del reloj del pueblo ni el sonido nocturno de la aldea, puesto que dormíamos con las ventanas abiertas, que daban a la parte interna de las rejas. Fue ver mi pueblo natal a la luz del Medioevo y nuestro Concord convertido en un Rin, que pasaba con sus caballos y castillos. Oí las voces de antiguos burgueses por las calles. Fui el espectador y oyente involuntario de todo lo dicho y hecho en la posada vecina: una nueva y extraña experiencia. Fue una visión más cercana de mi pueblo. Me metí dentro. Nunca antes había visto sus instituciones. Ésta es una de sus instituciones características porque éste es un Condado. Empecé a comprender lo que son sus habitantes.

Por la mañana, nos pasaron el desayuno por un hueco de la puerta por donde cabían jarros de lata y una cuchara metálica. Cuando vinieron por los platos, fui tan bisoño como para devolver el pan que había dejado, pero mi camarada lo agarró y dijo que debía reservarlo para el almuerzo o la comida. Pronto lo dejaron salir a segar heno en un campo vecino, a donde iba todos los días sin regresar hasta el medio día; así que me dijo adiós y que dudaba de que me volviera a ver.

Cuando salí de prisión – porque alguien se atravesó y pagó el impuesto – no percibí que hubiera habido grandes cambios en el exterior, como los que encuentra el que entra joven y sale viejo; y sin embargo, un cambio se presentó ante mis ojos – el pueblo, el Estado, el país eran más grandes de lo que el mero tiempo podía afectarlos. Vi más claro el Estado en el que vivía. Vi hasta qué punto se podía tener como buenos amigos y vecinos a las personas entre quienes había vivido. Su amistad era ante todo para los buenos tiempos. Vi que básicamente no se proponían hacer el bien, que eran de otra raza distinta a la mía por sus prejuicios y supersticiones . Como los chinos y los malayos, que en sus sacrificios por la humanidad no se arriesgan ni siquiera en sus propiedades. Vi que, después de todo, no eran tan nobles, sino que trataban al ladrón como éste los había tratado, y confiaban que por cierto cumplimiento externo y algunas oraciones, y por seguir una senda particularmente derecha e inútil salvarían sus almas. Puede que esto sea juzgarlos un tanto duro, pero muchos de ellos ni siquiera son conscientes de que en su pueblo exista una institución como la cárcel.

Una antigua costumbre del pueblo, cuando el deudor pobre salía de la cárcel, era ir a saludarlo, mirándolo por entre los dedos, que representaban los barrotes de la cárcel; “¿Cómo le va?”. Mis vecinos no me dieron ese saludo; sólo me miraban y luego se miraban, como si yo hubiera vuelto de un largo viaje. A mí me tomaron prisionero mientras iba donde el zapatero a recoger un zapato remontado. Cuando me soltaron por la mañana procedí a terminar el mandado y después de ponerme el zapato me uní a un grupo de recogedores de arándano, que se mostraron impacientes por ponerse bajo mi conducción. El caballo pronto fue bien cargado y en media hora estuvimos en medio de un campo de arándanos en lo alto de una colina, a dos millas de distancia, y el Estado ya no se veía por ninguna parte.

Esta es la historia completa de “Mis Prisiones”.

Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal súbdito, y en cuanto a subvencionar escuelas, aquí estoy dando mi contribución para educar a mis compatriotas. No es por un punto en especial de la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Simplemente deseo rehusar la sumisión al Estado, retirarme y permanecer retirado de manera efectiva. No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.

De hecho, le declaro la guerra al Estado, a mi manera, aunque lo utilice y me aproveche de él en cuanto pueda, como es usual en tales casos.

Si otros, por simpatía con el Estado, pagan el impuesto que a mí me piden, hacen lo mismo que cuando pagaron el suyo, es decir, apoyan la injusticia más de lo que el Estado les exige. Si pagan el impuesto por una solidaridad equivocada con la persona a la que se le ha cobrado, para salvarle sus propiedades o evitarle que termine en la cárcel, es porque no han medido con inteligencia hasta dónde dejan interferir sus sentimientos personales con el bien público.

Esta es mi posición en el momento. Pero uno no puede estar demasiado a la defensiva en este caso, no sea que sus acciones se parcialicen por la obstinación o la demasiada preocupación por la opinión de los demás. Hay que dejar a cada quien hacer sólo lo que le pertenece a él y a su momento.

A veces me digo, bueno, esta gente es bien intencionada, sólo son ignorantes, obrarían mejor si supieran cómo: Por qué poner a los vecinos en la dificultad de tratarlo a uno en una forma en que no están inclinados a hacerlo? Pero recapacito: esa no es razón para que yo actúe como ellos o permita que otros sufran un dolor mayor y diferente. Y luego, vuelvo y me digo, cuando millones de hombres, sin agresividad, sin mala intención, sin sentimientos personales de ningún tipo, piden solo unas monedas, sin la posibilidad, tal es su manera de ser, de retractarse o alterar su exigencia, y sin la posibilidad, por parte de quien recibe la petición, de apelar a otros millones de personas, por qué exponerse a esta fuerza bruta sobrecogedora? No nos oponemos al frío y al hambre, a los vientos y a las olas con tanta obstinación. Nos entregamos sumisos a mil necesidades similares. Usted no pone las manos al fuego. Pero también en la medida en que yo no veo esto como una fuerza bruta total sino como una fuerza humana en parte, y considero que yo tengo que ver con esos millones como lo tengo con millones de hombres, y no como brutos o cosas inanimadas, veo que esa apelación es posible, en primer lugar y de forma instantánea, de ellos a su Creador y, en segundo lugar, de ellos a sí mismos. Pero si deliberadamente pongo las manos al fuego, no hay apelación al fuego, ni al Creador del fuego, y sólo yo tengo que culparme por ello. Si pudiera convencerme de que tengo algún derecho a estar satisfecho con los hombres como son, y tratarlos de acuerdo a eso, y no según mis expectativas y exigencias de lo que ellos y yo debemos ser, entonces, como un musulmán y fatalista, trabajaría por conformarme con las cosas tal y como están, y con decir que eso es la voluntad de Dios. Y, sobre todo, está la diferencia entre oponerse a esto o a una fuerza bruta y natural, y es que yo puedo oponerme a esto con algún efecto, pero no puedo esperar como Orfeo cambiar la naturaleza de las rocas, los árboles o las bestias.

No deseo pelear con ningún hombre o nación. No quiero pararme en pelos, hacer diferencias sutiles, o creerme mejor que los demás. Hasta busco, podría decir, casi una excusa para ajustarme a las leyes de la tierra. Estoy más que listo para amoldarme a ellas. Ciertamente tengo razones para catalogarme de este modo; y cada año, cuando el recaudador llega, estoy dispuesto a revisar las actas y la posición de los gobiernos nacional y federal, y el espíritu de la gente para aceptar el conformismo.

“Tenemos que querer a nuestro país como a nuestros padres. Debemos respetar los efectos y enseñar al alma asuntos de conciencia y religión, y no el deseo de dominio o beneficio”.

Creo que el Estado pronto podrá quitarme esta carga de encima y entonces ya no seré mejor patriota que mis conciudadanos. Vista desde un mirador más bajo, la Constitución, con todas sus faltas, es muy buena; la ley y las Cortes muy respetables; aún este Estado y este gobierno americano son, en muchos aspectos admirables; y hay algunas cosas, que tantos otros han descrito, por las que agradecer; pero analizadas desde una perspectiva superior y aún desde la más alta, ¿quién dice lo que son o que vale la pena considerarlas o siquiera pensarlas?

Con todo, el gobierno no me preocupa mucho, y pienso en él lo menos que puedo. No es mucho el tiempo que vivo bajo el gobierno, aún en este mundo. Si un hombre piensa libremente, sueña, imagina libremente, nunca estará por mucho tiempo de acuerdo con lo que no es como con lo que es, así que no puede ser interrumpido por gobernantes o reformadores obtusos.

Sé que muchas personas no piensan como yo, pero aquellos cuyas vidas, por obra de su profesión, están dedicadas al estudio de materias afines no me satisfacen casi en nada. Estadistas y legisladores, que están siempre de acuerdo dentro de la institución, nunca la ven clara y desnuda. Hablan de la sociedad en movimiento, pero no tienen lugar de descanso sin ella. Pueden ser hombres de cierta experiencia y discernimiento, y sin duda han inventado sistemas ingeniosos y útiles, que les agradecemos, pero todo su ingenio y utilidad reposa en límites estrechos. Olvidan que el mundo no está gobernado por los programas y la ventaja personal. Webster nunca se le enfrenta al gobierno, así que no puede hablar de él con autoridad. Sus palabras son sabiduría para aquellos legisladores que no contemplan reformas esenciales en el gobierno actual; pero para los pensadores y para aquellos que legislan para todo tiempo, Webster no acierta una. Conozco a aquellos cuya serena y sabia especulación sobre este tema pronto les hará ver la estrechez del pensamiento y el pupilaje de Webster.

Con todo, comparado con los ordinarios alcances de muchos reformadores, y la aún más ordinaria sabiduría y elocuencia de los políticos en general, las de Webster son las casi únicas palabras razonables y valiosas, y le agradecemos al Cielo por él. Comparativamente, es siempre fuerte, original y sobre todo, práctico. Sin embargo, su cualidad no es la sabiduría sino la prudencia. La verdad de los abogados no es la Verdad, sino la consistencia o una conveniencia consistente. La Verdad está siempre en armonía consigo misma y no está interesada en revelar la justicia que pueda concordar con el mal obrar. Webster merece ser llamado, como lo ha sido, el Defensor de la Constitución. No se le pueden dar otros golpes distintos a los defensivos. No es un líder sino un seguidor. Sus líderes son los hombres de 1787. “Yo nunca he hecho un esfuerzo”, dice, “y nunca propongo hacer un esfuerzo, nunca he apoyado un esfuerzo y no tengo intención de apoyarlo para interferir el acuerdo inicial por el cual los diversos estados formaron la Unión”, y respecto de la aprobación que la Constitución otorgó a la esclavitud: “Puesto que era parte del paquete inicial...déjenla ahí”. A pesar de su agudeza y capacidad, Webster es incapaz de aislar un hecho de sus meras relaciones políticas, y verlo como se le presenta al intelecto – por ejemplo, qué incumbe a un hombre hacer aquí en América hoy respecto de la esclavitud – sino que se aventura, o es llevado a dar una respuesta desesperada a lo siguiente, pretendiendo hablar de forma absoluta y como individuo particular – de lo cual qué nuevo y singular se puede sacar a favor de la obligación social? “La forma”, dice, “ como los gobiernos de los Estados donde existe la esclavitud la regulen, está a su propia consideración, bajo la responsabilidad de sus constituyentes, según las leyes generales de la propiedad, humanidad y justicia y según Dios. Las asociaciones formadas en otra parte, salidas de sentimientos humanitarios, o por cualquier otra causa, no tienen nada que ver con ello. Nunca han recibido motivación de parte mía, y nunca la tendrán.” (Estos apartes han sido insertados, puesto que la conferencia fue leída. H.D.T.)

Aquellos que no conocen una fuente más pura de verdad, que no han buscado el manantial más arriba, se apoyan, y lo hacen sabiamente, en la Biblia y en la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humanidad; pero aquellos que observan de donde esa verdad vierte gota a gota a este lago o a aquel estanque se amarran los calzones y siguen su peregrinaje hacia el nacedero.

No ha aparecido en América el genio legislador. Son raros en la historia del mundo. Hay oradores, políticos, y hombres elocuentes por miles; pero aún no ha abierto la boca el que tiene que formular las preguntas más molestas. Nos gusta la elocuencia en sí misma y no por la verdad que contenga o por cualquier acto heroico que inspire. Nuestros legisladores no han aprendido todavía el valor comparativo del libre cambio y la libertad, la unión y la rectitud hacia la nación. No tienen genio ni talento para hacerse preguntas humildes sobre impuestos y finanzas, comercio, manufactura y agricultura. Si se nos dejara sólo a la ingeniosa oratoria de nuestros legisladores del Congreso para guiarnos, sin la corrección de la experiencia niveladora y las quejas efectivas del pueblo, América no podría mantener su rango entre las naciones. Mil ochocientos años, aunque quizás yo no tenga derecho a decirlo, lleva escrito el Nuevo Testamento; y sin embargo, dónde está el legislador que tiene la sabiduría y el talento práctico para valerse de la luz que aquel irradia sobre la ciencia de la legislación.

La autoridad del gobierno – porque yo gustosamente obedeceré a aquellos que pueden actuar mejor que yo, y en muchas cosas hasta a aquellos que ni saben ni pueden actuar tan bien – es una autoridad impura: porque para ser estrictamente justa tiene que ser aprobada por el gobernado. No puede tener derecho absoluto sobre mi persona y propiedad sino en cuanto yo se lo conceda. El paso de la monarquía absoluta a una limitada, de la monarquía limitada a la democracia, es el progreso hacia el verdadero respeto al individuo. Hasta el filósofo chino fue lo suficientemente sabio para ver en el individuo la base del imperio. ¿Es la democracia que conocemos la última mejora posible de gobierno? ¿No es posible adelantar un paso en el reconocimiento y la organización de los derechos del hombre? Jamás existirá un Estado realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a ello. Me complace imaginar un Estado que finalmente pueda darse el lujo de ser justo con todos, y que trate al individuo con respecto; más aún, que no llegue a pensar que es inconsistente con su propia tranquilidad si unos cuantos viven separados de él, no mezclándose con él, sin abrazarlo, pero cumpliendo con su obligación de vecinos y compañeros. Un Estado que produjera este fruto y lo entregase tan pronto estuviese maduro abriría el camino para otro Estado, aún más perfecto y glorioso, que yo he soñado también, pero que aún no he visto por ninguna parte.