miércoles, 4 de noviembre de 2009

DICEN LOS VIEJOS

Hace unas semanas que escribí este post, pero no me atreví a publicarlo.

Lo escribí en un momento de gran bajón anímico, y en su lugar publiqué Amnesia.

Hoy estoy más animado que nunca, y aunque esto lo escribí en un momento muy malo para mi, considero que debo publicarlo.

No es que mi ideología esté cambiando, ni muchísimo menos, pero tengo que reconocer que Montserrat Nebrera está diciendo muchas verdades y hoy le he escuchado decir en una entrevista, que la ideología se la han cargado los partidos políticos.

Ella se supone que es conservadora y yo supongo que soy de izquierdas, pero lo que no es ninguna suposición, es que ambos somos ciudadanos libres, y tenemos el derecho a expresarnos libremente pese a quien pese.

Cuando escribí esto no sabía ni que existía ésta señora, y muchos menos que iba a decir cosas como creo que digo yo.

Espero que la razón y la justicia vuelvan por sus fueros, y se cambie la actual situación.


Dicen los viejos que en éste país...

Hace ya más de 32 años que ésta canción sonó en la campaña de las primeras elecciones democráticas después de la dictadura, era un canto a la esperanza y a la libertad, y todos aquellos que teníamos uso de razón sentíamos el espíritu de la transición.

Fueron épocas difíciles, con ruidos de sables a cada momento, familias distanciadas por cuestiones de ideología, el inmaduro sistema democrático distaba mucho de consolidarse, las sombras de un nuevo pronunciamiento militar se cernían sobre el pequeño poder del pueblo.

Llegó el 23 de Febrero de 1981, que significó el punto de inflexión que dejó atrás decenios de oscurantismo y fue el comienzo de un nuevo camino hacia la consolidación de la democracia.

Todos los ciudadanos, de uno u otro modo estábamos implicados en la vida política, comenzaron los tiempos de progreso y el estado de bienestar se fue haciendo realidad, poco a poco el pueblo liso y llano se fue preocupando más de sus propios problemas y necesidades, dejando la política a los políticos, en cierto modo, el pueblo dejó a un lado su puesto de centinela permanente, que vigila con observancia a sus dirigentes, para hablar solo en los procesos electorales.

El poder del pueblo se ha esfumado, a la política han accedido personajes sin valores ni principios, los medios de comunicación se han convertido en cavernas mediáticas, la corrupción campa a sus anchas por todo el espectro social, los partidos políticos son sectarios, el corporativismo impide que el honor y la honradez prevalezcan por encima de todos los vicios.

La ambición de unos pocos nos ha llevado a una crisis sin parangón, pero ha sido el pueblo el que lo ha permitido, mientras existía trabajo y bienestar se miraba hacia otro lado, y pese a todo lo que está cayendo, se sigue mirando.

El pueblo soberano ya no existe, la democracia está dañada, acude a los procesos electorales por un acto reflejo, pero sin convicción, el discurso político no convence, pero el pueblo vota idiotizado, sin saber que.

Las viejas guardias se retiran, abandonan desilusionadas, y se preguntan ¿han servido para algo tantos años de lucha clandestina?.

Los nuevos políticos no han recogido el testigo, porque tampoco lo han hecho las nuevas generaciones.

El ser humano tropieza una y otra vez con la misma piedra, la historia vuelve a repetirse porque se carece de memoria, y cuando recuerda ya es tarde, el daño está hecho, y vuelta a empezar.

El poder ya no reside en el pueblo, sólo existe en unos determinados círculos a los que acceden unos pocos, y aún así las luchas por conseguir ese poder, son exacerbadas y llevadas al paroxismo, porque lo que prima son los intereses particulares por encima de los intereses generales.
A partir de ahora sólo se pueden dar tres situaciones:

Que el pueblo unido salga a las calles a decir basta, y a poner a la clase política en su sitio.

Que unos pocos que aún tienen principios y creen en la política y en la democracia, se “echen al monte” y formen una nueva alternativa.

Y la última, volver a la realidad y enfrentarse a la lucha diaria que significa mantener el puesto de trabajo, disfrutar de la familia y amigos, mandar a la mierda a todos los políticos, y confiar en el instinto de supervivencia hasta que llegue nuestra hora.

Que razón tiene Basagoiti cuando dice:

“Todo esto es bastante asqueroso; hay algunos que están por ahí por el lujo y por el trinque, mientras en el País Vasco concejales del PP y de otros partidos se juegan la vida por cero euros”.

Y que acertado estuvo Sabina cuando compuso el Muro de Berlín.

¿Qué diremos nosotros cuando seamos viejos?.


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