domingo, 5 de septiembre de 2010
Recuperaciones en Septiembre.
“El curso que concluye no nos parece que haya sido un curso como los demás. Porque lo ocurrido tras la hecatombe financiera ha sido tan aplastante que nos parece que marca un antes y un después. La naturalidad con que ha impuesto su ley en todo el mundo la doctrina que nos arrastró al abismo ha descorrido el cortinón que ocultaba una gran verdad.
Somos súbditos de los mercados. El régimen en el que vivimos es una dictadura, una dictadura muy particular, pero una dictadura; disfrazada con los ropajes de la democracia, pero una dictadura.
Nuestros orgullosos estados, nuestros representantes políticos, la mayoría de nosotros los ciudadanos fingimos no darnos cuenta y manejamos toda la gesticulación de la normalidad democrática pero ya no podemos ignorar que los caminos están marcados, que fuera de ellos no hay salvación y que nuestra libertad sólo puede ejercitarse en el pequeño margen de elasticidad (un poquito más pa’aquí, un poquito más pa’allá) que se nos autoriza.
No estamos desde luego ante ninguna situación que queramos calificar con tremendismo. No hay tremendismo en esta afirmación. En los últimos meses hemos podido comprobar que se ha decretado un modelo obligatorio de gobernación. La socialdemocracia, por ejemplo, ha quedado prohibida de facto. Se le permite gobernar, eso sí, con tal de que no sea con sus propios puntos de vista.
Así que una vez que esta evidencia, era largamente sabida, ha estallado de forma tan clamorosa, se trata de saber ahora que hacemos: si aceptamos sin reparos esta dictadura, o si lo ocurrido, lo tan evidentemente puesto de manifiesto, desencadena una revisión de fondo sobre la democracia y sobre su futuro. Que no debe ocupar solamente a la izquierda, naturalmente. Pero para la izquierda se convierte en decisivo: o descubre su sentido y su papel en esta nueva realidad o estará condenada a marchitarse y desdibujarse. Es un punto de vista, pero tengo la impresión de que por aquí van aproximadamente las cosas”.
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