martes, 29 de septiembre de 2009

NELSON

Hace unos años fui designado para dirigir un departamento en la primera sucursal que la empresa en la que trabajo inauguró en España.

La mayor dificultad que tenía por delante, no era para mí el conseguir resultados, lo realmente difícil era conseguir que un colectivo de más de cincuenta personas, formasen un equipo compacto, unido y con la vista puesta en un único objetivo.

Era un grupo de personas con años de experiencia en su mayoría, y muy buenos profesionales, pero que en su interior acumulaban mucho tiempo de desencantos y desilusiones y eran escépticos ante cualquier cambio, lo asumían y asimilaban sin más, les era totalmente indiferente, su motivación era nula.

Con paciencia, tesón y mucha mano izquierda fui ganándome al equipo.

El mejor argumento que tuve para conseguir el apoyo total e incondicional del grupo surgió de forma inesperada, y sin proponérmelo.

Coincidió que con el objeto de conseguir incrementar los resultados, se hizo en la empresa una campaña interna a nivel nacional, donde se premiaba a todos aquellos departamentos que consiguiesen alcanzar unos objetivos ambiciosos.

El buen hacer de todo el equipo, tuvo como resultado el que consiguiésemos varios de los primeros premios, que por cierto eran en metálico.

Tengo que decir también, que con nosotros trabajaban personas de una ETT, que también en algún caso llevaban años prestando sus servicios en el departamento, pero al no estar en la nómina de la empresa no participaban de los beneficios de los resultados alcanzados y que también ellos habían trabajado para conseguirlos.

Mi decisión, fue reunir de inmediato a todos los colaboradores internos y decirles que aunque el premio en su conjunto era importante, el reparto individual del mismo tampoco le solucionaba la vida a nadie, por lo que les propuse que lo más justo era invertirlo en algo en lo que también pudiesen participar nuestros compañeros de la ETT.

La respuesta fue unánime y todos respondieron afirmativamente a mi propuesta, por lo que el premio lo invertimos en una suculenta cena.

Por vez primera en veinte años de la existencia de la sucursal, se celebraba un evento en el cual también participaba el personal externo.

La cena fue un auténtico éxito y hubo un despliegue total de camaradería.

Los ánimos fueron cada vez más en aumento, y acabamos la fiesta en un Púb del pueblo donde se había celebrado la cena.

Llegó un momento en la alegría y los excesos de líquido elemento degustado que no era precisamente agua, comenzaron a surtir efecto en todo mi cuerpo.

Decidí irme a dormir al coche, no estaba en condiciones de conducir, y mi residencia distaba unos quince kilómetros del lugar donde estaba, todo había sido un éxito y no se podía ir al garete por una imprudencia.

Sumido de inmediato en un profundo sueño, empecé a oír golpes y pronunciar mi nombre, seguí durmiendo, pero los golpes y mi nombre sonaban cada vez con más insistencia, abrí los ojos y era uno de mis colaboradores (compañero), que me pedía que abriese la puerta y me preguntaba si estaba bien, le abrí y le dije que estaba bien, solo cansado y con los efectos del alcohol.

Me dijo que nos fuésemos a dormir a su casa y le dije que no que yo no podía conducir, me respondió que el coche lo llevaba él, pero le volví a decir que no, pues aunque estaba más sereno, le habían retirado el carné durante tres meses por otra infracción y no podíamos cometer semejante imprudencia.

Me respondió que no me preocupase, estábamos en un pueblo, a esa hora allí no había controles, a además su casa estaba a menos de medio kilómetro, entonces accedí a que llevase el coche, nos fuimos a su casa, y efectivamente llegamos de inmediato y sin ningún percance.

En tono de voz muy bajo, me pidió que hiciésemos el menor ruido posible, toda su familia estaba durmiendo y no fuera a ser que los despertásemos, y como mejor pudimos entramos en la casa.

Sorpresa, un miembro de la familia estaba despierto, era Nelson, clavó fijamente su mirada en nosotros y no articuló sonido alguno, mi compañero y yo intuimos que era un gesto de reprobación.

Sin decir nada, Nelson se dirigió hacia la puerta de entrada, se giró y volvió a clavar en nosotros su penetrante mirada, entonces mi compañero abrió la puerta, Nelson salió a la calle y nosotros los dos detrás.

Comenzamos a pasear por los alrededores del pueblo, Nelson continuaba en silencio y siempre precediéndonos, de vez en cuando se paraba, se giraba, nos miraba, se daba la vuelta otra vez, y continuaba su camino.

Con el tiempo y con la ayuda del aire fresco de la madrugada, mi compañero y yo fuimos recuperando la conciencia, los tambaleantes pasos del principio se fueron haciendo cada vez más firmes, y las balbuceantes voces se tornaron en una conversación serena y fluida.

En ese momento, Nelson se giró nos miró y volviendo tras su pasos comenzamos el retorno a casa, al final llegamos, y Nelson continuaba sin articular palabra alguna, y así nos acostamos.

Cuando despertamos, y totalmente conscientes, Nelson continuaba en silencio, y tampoco dijo nada durante la comida, pero sus gestos y su mirada ya no eran como los de la noche anterior, parecían amigables y no de reprobación.

Sin decir ni una sola palabra Nelson me había dado una gran lección, que los excesos de euforia te pueden inducir a cometer errores e imprudencias graves e incluso a veces irreparables, me enseño que lo más prudente es ser comedido, la celebración de un supuesto éxito siempre debe tener unos límites, y que el sobrepasarlos lo puede convertir en fracaso, las imprudencias pueden hacer que un gran triunfo se torne en una amarga derrota.

Hace años que no sé nada de mi compañero y de Nelson, pero hace unos días me acordé de él, tuve un exceso de euforia y cometí un error, si Nelson hubiese estado cerca seguro que no habría pasado.

Nelson era un Husky Siberiano que un día y sin articular sonido alguno no sólo me dio una gran lección, sino que también me enseñó quien era realmente el mejor amigo del hombre.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

meu,joder, lo mismo que ocurre ahora en tu puesto actual..buen rollo, todos a una por un objetivo comun..,sin hacer de menos a la ett,personal antiguo bien motivado, un sistema de trabajo que ayuda al trabajador haciendo que le sea mas comodo y por tanto mas productivo el trabajo(se hace la apertura SIEMPRE a su hora)los lineales a rebosar y por tanto los jefes contentos,los pajaritos cantan,el sol brilla en el cielo azul,las mariposas revolotean de flor en flor,etc etc en fin un mundo ideal..desde luego no se de que se quejan ..Un saludo .BON SCOTT

Pedro Madruga dijo...

Cada día escribes mellor, seguro que Nelsón se sentiría orgulloso de poder leer este pequeno-grande homenaxe a amistade. Noraboa Compañeiro.

Angus dijo...

Estimados Bon y Pedro, de este post también se puede sacar una conclusión.
Que las personas están por encima de todo.
Las organizaciones están jerarquizadas para que exista un orden, pero sin las personas no existirían ni jerarquías ni organizaciones.
Las organizaciones que no cumplen estos preceptos tarde o temprano acaban fracasando.

Anónimo dijo...

Estimadísimo Angus:En respuesta a tu comentario,en aquella época te sono la flauta,prueba hacerlo hoy en dia en tu sector..como te comentè,en mi sector llevamos muchos años haciendo esta iniciativa(la de la cena)y los que siempre vamos somos piña,pero siempre estamos dispuestos a acoger a cualquiera de nuestros compañeros de otras secc...y me repito, aun hoy en dìa no he visto ninguna iniciativa por parte de la empresa de premiar a las etts, (que ,gracias a ellas es viable el buen hacer de la empresa)ni tan solo a la invitaciòn de la cena de empresas..por ejemplo..y ya llevo casi 18 años en ella.por eso te digo..En un paìs multicoloooor....BON SCOTT