SUSO DE TORO
De vuelta al paraíso
Galicia es peculiar, tiene gente con capacidad para sobrevivir y buscarse la vida, si no aquí en otro lugar, pero incapaz de dirigirse. No tenemos cabezas para autogobernarnos; la derecha tuvo en su momento capacidad, pero los dos partidos políticos que gobernaron la Xunta no maduran, no aprenden.
Ya fue sorprendente ver la naturalidad con la que se instalaron en ella estos años. Dieron por supuesto que habían ganado las elecciones por el buen programa y el buen liderazgo que ofrecían a la sociedad, no comprendieron que fue una movilización de sectores sociales que apostaron fuerte para ponerlos allí. Porque no lo comprendieron gobernaron sobre una nube que no existía, subidos a un pequeño e inexistente monte Olimpo. La lección era simple, era la lección democrática, los gobernantes deben ser humildes y deben su puesto no a su origen noble sino a la ciudadanía que los vota. Y los vota para que hagan una política determinada, no la contraria.
Pero tampoco ahora aprenderán lección alguna de la derrota. Creerán que perdieron por unos pocos votos, por esto y por lo otro, nada que no se pueda arreglar con algo de fontanería. Pero no es la fontanería lo que falla, es la política. Ver al Partido Socialista en Galicia enredar en sus mecanismos sin que se planteen debate político alguno es verdaderamente triste. La derrota no basta para que se pregunten "¿en qué hemos fallado?", se conforman con "¿cómo ganaron los otros?" Pararse en esa pregunta sólo conduce a emular a los rivales, a pretender hacer su misma política, pero para hacer la política de la derecha ya tenemos a la derecha.
El Partido Socialista en Galicia no nació bien, nació como una franquicia que vino a instalarse aquí después de la muerte de Franco y no consiguió tener en años otro dirigente que el alcalde de A Coruña, fue Francisco Vázquez quien, contrario a la autonomía y a que Galicia se conformase como un país, modeló un partido que eran una serie de alcaldías aisladas y su único proyecto permitir que gobernase Fraga. Eso fue el PSdeG muchos años y esa cultura política localista, tacticista y vacía de proyecto para Galicia fue lo que nos ofreció muchos años. La llegada de Pérez Touriño a la secretaría supuso un cambio, se empezó a hacer oposición a Fraga y se intentó alcanzar el poder. El partido parecía empezar a constituirse en un ente vivo y autónomo, pero el liderazgo de Touriño resultó demasiado particular y personal y no supo o no tuvo tiempo de componer un nuevo equipo dirigente. Tampoco creó un proyecto político gallego. Guste o no, los únicos proyectos políticos de país son el que ofreció Fraga cuando se instaló aquí, el que ofrecieron Unidade Galega y PSG-Esquerda Galega en su momento y el que ofrecen ahora los nacionalistas del BNG. Buenos o malos o regulares son las únicas propuestas que se le han hecho a la sociedad.
Es significativo el experimento de la primera legislatura autonómica: el PSdeG llevó en sus listas a independientes galleguistas vinculados a la cultura. Explícitamente, el partido era una cosa y los galleguistas eran otra, venían de un mundo externo al partido. Por otro lado la idea que subyacía era que el galleguismo es la lengua y los libros. A pesar de la entrada de militantes del antiguo PSG, de militantes sueltos de la izquierda galleguista, el galleguismo nunca entró de modo alguno en el PSdeG. La corriente histórica que viene pensando los problemas del país desde principios del siglo XIX, el único punto de vista desde donde se puede gobernar Galicia con autoridad y con un proyecto, les es ajena. En tantos años el Partido Socialista aún no se ha parado a pensar qué es Galicia, qué puede ser y qué les gustaría que fuese. Temen a Galicia en vez de sentirla suya y quererla. Es lógico que ya en la campaña electoral dieran por buenas las críticas de la derecha a "la imposición del gallego" y que sigan temerosos de nuestra lengua, dándole así la razón a sus rivales. Interiorizan las campañas de la derecha integrista porque no comprenden que peor que perder las elecciones es perder la batalla política.
Incapaces de hacer un debate político verdadero que les abra a una etapa nueva y como los vacíos se llenan automáticamente, liquidada la etapa de Touriño vuelven a su cultura política tradicional, la de la etapa anterior. La que confunde a un país con un municipio.
Futuro y política municipal en Galicia
Escrito por José Luis M. Palacín
Viernes, 27 de Marzo de 2009 19:03
Publicado el 27/03/2009 en el "Xornal de Galicia", página 15
El resultado electoral del 1º de marzo sitúa las próximas elecciones municipales en el terreno en el que se va a jugar el futuro político, y quizá social, de Galicia. El Partido Popular, que no gobierna en las ciudades, intentará recuperar algunas y conquistar otras, apoyándose en proyectos y programas desde el gobierno de la Xunta. Planteamiento lógico que, como no se contrarreste desde el campo contrario, dará resultado.Mientras, si el Partido Socialista y el Bloque se limitan a gobernar de forma rutinaria, por muy bien que gestionen, serán arrollados. En ese ámbito han de mostrar a la sociedad los síntomas de renovación, de que tienen la vitalidad suficiente como para comprometer e ilusionar a la ciudadanía. Después de muchos años de costumbre democrática, lo que distingue a la izquierda de la derecha en los Ayuntamientos no es gestionar bien o mal (todos saben gestionar), sino la socialización de la gestión, el reparto equitativo de los bienes comunes, la forma de organizar la participación de los ciudadanos, no solamente como receptores pasivos de servicios, sino como actores capaces de colaborar en la tarea de construir la ciudad.
No olvidemos que parte del fracaso del gobierno bipartito radica en la decepción de los ciudadanos de no sentirse partícipes en la tarea de cambio que se les había prometido. Y en la demostrada incapacidad –o falta de voluntad- para articular la acción de gobierno del país con la acción de gobierno municipal.
Si la izquierda quiere mantener el gobierno de las ciudades habrá de aplicarse a salir de la rutina de gobierno para incentivar el interés y la participación de los ciudadanos. En varias direcciones y con mucho ahínco y eficacia:
En primer lugar, afrontando con fuerza los problemas más acuciantes de los ciudadanos, y proponiendo alternativas coherentes, eficientes y con calendario concreto de resolución. Hay mucha gente que lleva mucho tiempo en puestos de gobierno: no digo que hayan de irse, pero deben hacer el esfuerzo de mirar los problemas ciudadanos con ojos nuevos, escuchar, dar paso a la imaginación y a la innovación.
En segundo lugar, haciendo que los ciudadanos, en cada lugar, se sientan comprometidos con el conjunto de la ciudad en un proyecto que se convierta en el vector que haga que cada ciudadano trascienda su propia realidad cotidiana para verse reflejado en una tarea que construya el futuro de su ciudad. Y que vea también recogidos en ese proyecto sus propios intereses.
Quienes tienen vocación de gobierno municipal han de hacer un gran esfuerzo de imaginación, a la vez que un ejercicio de generosidad. Imaginación, para salir de la rutina y para soñar, o idear ese gran proyecto capaz de vertebrar a la ciudadanía, de estimular la participación, de nuclear los intereses de los diferentes sectores de cada ciudad en una iniciativa de gran calado que genere, de cara al presente y al futuro, riqueza cultural y social, a la vez que prosperidad económica. Generosidad, porque tendrán que supeditar los intereses de sus propias carreras personales a la tarea de potenciar un proyecto de futuro y la participación que lo haga posible.
En ese contexto, se convierte hasta en legítima la ambición de quienes quieren ocupar puestos de gobierno, porque habrán de vincularla a la ambición colectiva y ciudadana que hayan sabido estimular. Y se revelará como mezquina la mera intención de querer gobernar, o de aferrarse a un “puesto”: nombre etimológicamente revelador. Y, hablando de mezquindad habrá que renunciar al espectáculo de la llamada lucha por el poder. Espectáculo para el que algunos –como dice el tópico- ya apuntan maneras.
El ámbito municipal como territorio de lucha por el futuro político y social de Galicia. Pero que sepan darnos –e involucrarnos en él- un horizonte que ennoblezca y estimule nuestras mejores actitudes de ciudadanos. Y que sepan incentivar nuestras mejores aptitudes para participar en la construcción de ese futuro.
José Luís Martín-Palacín
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